Capítulo 22 Final parte 1/2

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El sol se fue ocultando poco a poco, no podía dejar de pensar en las personas que iban al bar esa noche, Juls se dio cuenta de mi preocupación y tuve que contarle lo que estaba pasando, al menos me dejó más calmada el hecho de que llamó a su amigo Ignacio, que es el encargado del bar, y este le dijera que reforzaría la seguridad.

—Trata de estar tranquila, Val. Estamos en casa, estamos a salvo.

Pero se equivocó, todo sucedió de una manera muy confusa, un sonido seco en la puerta, dos tipos encapuchados entrando al departamento, uno de ellos se acercó a mí y solo recuerdo la voz de Juliana gritar: "¡Val!" antes de que todo se volviera negro.


***

Desperté.

Todo daba vueltas a mi alrededor, tardé un par de minutos en incorporarme del suelo y un fuerte dolor de cabeza me abrumó al intentar levantarme. Respiré hondo y como pude me senté en el sofá.

¿Qué sucedió?

Todo comenzó a reproducirse como una película de terror en mi cabeza, los tipos entrando a la casa, la voz de Juls gritar mi nombre y luego una punzada en la parte de atrás de mi cabeza me devolvió a la realidad.

Tomé mi celular con manos temblorosas y busqué el nombre de la oficial Olivia Bianco, un par de tonos después respondió con tranquilidad.

—Señorita Carvajal, no tiene por qué preocuparse, todo va marchando bien y de manera tranquila en el bar Clímax.

—No fueron al bar... —Ni yo misma reconocía mi voz, sonaba perdida.

—¿Qué dice?

—No fueron al bar —repetí—, vinieron para acá... y se la llevaron. Los Arrebatados se llevaron a Juliana. —Alcancé a decir antes de desmayarme de nuevo.


***

—Señorita Carvajal —Escuché mientras sentía como alguien golpeaba levemente mi mejilla.

Abrí los ojos y solo pude ver el rostro de la Oficial mientras me sostenía en sus brazos y otras personas entraban al departamento para atenderme.

—¿Dónde está Juliana? —dije pero no obtuve respuesta— ¡¿DÓNDE ESTÁ JULIANA?! —grité y sentí un mareo.

—Haremos todo lo posible por encontrarla —dijo la oficial aun sosteniéndome— Necesito que mantenga la calma.

—¿Calma, oficial? ¿Calma? Usted no puede pedirme calma cuando sabe perfectamente quienes son los malditos que se llevaron a mi novia.

Las lágrimas comenzaron a caer por mi rostro, recordé la noche que mataron a Lucho, y como Santiago lloraba con la mirada perdida, como si una parte de él hubiese muerto también. No podía imaginar un escenario donde me pasara lo mismo con Juls, no podía siquiera pensarlo. Tenía que encontrarla, y tenía que encontrarla con vida.

Llamé a Luis y en menos de quince minutos ya había llegado con su novia, ambos estaban pálidos, asumo que yo también tenía la misma expresión de pánico. Mi mejor amigo corrió hacia mí y comenzó a inspeccionarme y a tocarme para cerciorarse de que estaba bien, su novia se sentó a mi lado y me abrazó con ternura, las lágrimas brotaban de nuevo.

Los policías caminaban de un lado a otro, la oficial Olivia Bianco hacía llamadas, pero la vi alerta con una en particular.

—¿Alguien me puede explicar por qué Rodríguez no contesta el maldito celular? —preguntó con un tono de voz imponente que los puso a temblar a todos— Quiero que localicen ya a Rodríguez o lo tomaré como sospechoso a él y a todos los que trabajan en su área.

—Oficial, tenemos contacto con la esposa de Rodríguez —dijo un hombre joven mientras le pasaba uno de los teléfonos.

—¿Bueno? —dijo la oficial— Señora Rodríguez, estamos intentando localizar a su esposo, si está ahí cerca, ¿podría ponerlo al teléfono? ¿No está? —La oficial escuchaba atentamente mientras su expresión cambiaba de enojo a sorpresa— ¿El aeropuerto? Gracias por la información.

—¿Qué pasa? —preguntamos al unísono.

—Nos vamos ya para el aeropuerto, Rodríguez se nos va a escapar del país. Llamen al servicio de migración, que no lo dejen abordar ningún avión.

Salimos del edificio y nos subimos todos a las patrullas, aunque la Oficial quiso dejarme en el hospital, no podía estar en otro lugar que no fuese buscando a la mujer que amo. Sabía que ella lo entendía, así que me dejó ir con ellos en la patrulla, Luis y su novia no se separaron de mí en ningún momento. Los autos se pusieron en marcha a toda velocidad, el ruido de las sirenas era abrumador, sentía que mi cabeza estallaría.

La oficial pidió refuerzos a través de la radio de la patrulla y pocos minutos antes de llegar al aeropuerto otros autos de la policía se unían a nosotros. Llegamos al lugar y los neumáticos de los autos rechinaron en el asfalto al frenar repentinamente, todos bajamos corriendo detrás de la oficial, la vi sacar su arma y cargarla mientras corría hacia la entrada, les mostró su identificación a la seguridad del aeropuerto y todos entramos tras ella.

Se detuvo al entrar y haciendo señas con las manos les indicó a un grupo de hombres que buscaran por la derecha, y a otros por la izquierda.

—Es mejor que se quede acá, señorita Carvajal, recuerde que Rodríguez aún tiene su arma de reglamento. Puede ser peligroso.

—Aquí el que corre peligro es Rodríguez si lo llego a encontrar yo primero —dije y salí corriendo al interior del aeropuerto en su búsqueda, Luis y su novia corrieron a mi lado.

—¡Señorita Carvajal, esto es peligroso! —Escuché, pero no me detuve.

Nos adentramos en las largas filas de personas que esperaban para registrarse, busque el rostro de Rodríguez en cada una de esas personas, pero no tuve éxito.

—Debería detenerlos por no acatar mis órdenes —dijo la oficial mientras se acercaba a nosotros—, pero solo por esta vez no lo haré, me parece estúpida la manera en la que están arriesgando sus vidas, y la verdad, nunca había visto algo tan hermoso como esto.

La miré con agradecimiento a sus penetrantes ojos negros y ella me sonrió. Seguimos corriendo e inspeccionando cada rostro. Entonces lo vimos, el maldito de Rodríguez salía de uno de los baños usando un suéter holgado con capucha.

—¡Alto ahí, Rodríguez! —dijo la oficial Bianco mientras lo apuntaba con su arma.

Pude ver el terror en los ojos del hombre, miró hacia los lados como buscando escapatoria pero los policías comenzaron a llegar, arrinconándolo cada vez más.

—No... ustedes no me van a arrestar... —dijo con la mirada de quien ha perdido la cabeza y está a punto de cometer una locura— ¡Soy el oficial Rodríguez! ¡Y siempre lo seré! ¡Ustedes no podrán conmigo, y mucho menos con el rey de la selva!

Rodríguez sacó su arma y apuntó su cabeza, antes de que alguien pudiera hacer un movimiento el sonido de un disparo inundó el aeropuerto. El tipo cayó muerto en el suelo.


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Hey!! Se que les parece cortito, pero estén atentas, hoy mismo subo la segunda parte de este capítulo final, estoy terminando los últimos detalles. 

Saludos desde este pequeño rincón de Venezuela!

A la luna tu miradaWhere stories live. Discover now