Roose

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Elizabeth:

—¿Cómo es que entraste al departamento de policías de New Jersey?—pregunta confuso, como si no fuera capaz de creerlo.

Siendo honesta yo no lo hacía, así que podría entender a veces, si él tampoco.

—No lo sé, solo llamaron y aquí estoy.

—Bueno, no precisamente, estás en el parque cuidando a una niña—miro a la pequeña jugar en los columpios.

—Si bueno, quizá me den un ascenso—bromeo.

—Claro—no se ríe.

—Amargado, pero gracias por venir— le sonrió para que él también sonría de vuelta.

—Eres mi mejor amiga, no agradezcas—me hace sonreír de nuevo—pero cuéntame de ella.

—¿De quién?

—De tu jefa, ¿Cómo dijiste que se llamaba?

—Sira Spencer.

—Claro, tiene un lindo nombre—yo asiento pensando en que de verdad si lo es—¿Y?

—Es inteligente, muy competitiva, amable, con un sentido del humor algo raro y...

—¿Te gusta?—alza las cejas de forma divertida.

—¿Que? ¡No! Tiene esposo y...

—Ahí está.

—¿Ahora que?

—Te gusta.

—¡No! Ya dije que no—¿Cómo podía decir eso?

—Lo primero que dijiste cuando te pregunté fue que tiene esposo, más no un no o un si definitivo.

—De acuerdo, tú a todo quieres involucrarme.

—No, tú solita lo haces.

—No dire nada— más porque quizá era cierto—pero hablando en serio, no me gusta, es mi jefa, tiene esposo, una hija preciosa, sin mencionar que me dobla la edad.

—¿Cuantos años tiene ella?

—Yo que voy a saber, quizá unos 35.

—Bueno si que te dobla la edad, podría ser tu madre—afortunadamente no lo era—sin embargo, para el amor no hay edad, ¿no dicen eso?

—Claro—la pequeña corre hacia nosotros para mirarnos como unos desconocidos y luego pedir que la cargué.

—Debo irme Liz— él se levanta—pero debes llamarme para decirme todo lo que suceda.

—No creo llamarte, porque no sucederá nada.

Rueda los ojos y se despide de la pequeña niña para después irse.

—¿Quieres hacer algo más, Roose?

—¿Puedo ver a mamá?—veo sus ojos brillar, casi rogando que le diga que si.

—De acuerdo, pero solo serán unos segundos, ¿de acuerdo?—ella asiente emocionada—no debemos tardarnos o terminara corriéndome.

Más tomando en cuenta que mi entrada al departamento no había sido autorizada por ella, aún siendo la jefa y la única que debía aceptar mi solicitud.

—¿Por qué mamá va a correrte?

—Am, es una pregunta a la que no tengo respuesta pero...—trato de explicarle que aquello solo había sido un decir.

«Espero no le diga a su madre» pienso al entrar al departamento para ir a la oficina de la detective.

—¡Mamá!—corre Roose hacia ella.

—Lo siento, ella insistió—me disculpo en cuanto al abrazarla la detective me mira.

—No importa—mira a su hija con una sonrisa enorme—¿Quieres ir a comer?

—¡Si!—da brincos pequeños.

—Bien, vamos entonces —se levanta de su silla para tomar la mano de Roose junto con su bolso y su saco.

—¿Puede ir Lizzie también?

—¿Lizzie?—frunce el ceño.

—Si, ella—me señala.

—No señales cariño—suspira al levantar en sus brazos a la pequeña para salir de la oficina—Vamos Lizzie, no te tomaré la mano también.

Se burla jugueteando con la niña mientras me apresuró a tomar mi saco para alcanzarlas.

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