La amo.

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Sira:

—¿Una semana?— debía fingir estar interesada en que se iría.

—Si, se que no quieres que las dejé solas, pero volveré lo más pronto posible.

Dean había estado muy al pendiente de cada uno de mis pasos, porque después de lo que había pasado en New York, él se había vuelto demasiado inseguro.

Con ello habían llegado las preguntas rutinarias de si todavía lo amaba.

Preguntas que tenían la misma respuesta.

—Sira—susurra antes de tomar la cobija para dormir en la otra habitación.

No lo amaba, en absoluto, y tampoco lo había perdonado por llegar ese día a New York obligándome a irme sin ella.

—¿Si?—lo veo de reojo mientras leo un libro.

El libro favorito de Elizabeth.

—¿Podrás volver a amarme?

—Dean...

—Se honesta, Sira, yo te amo.

—Si tanto me amabas no debiste engañarme, mucho menos haber ido a New York de esa forma—ni hablarle a Roose a escondidas.

—Te pedí perdón miles de veces por lo de Lidia—al fin decía su nombre—¿Por qué tanto interés en lo de New York?

—Solo olvidalo, Dean, buenas noches—voy a apagar la luz cuando él se acerca para tomarme del rostro y besarme con fuerza.

Me safo de su agarre y lo alejo para darle una bofetada por su brusquedad.

—¿Que mierda te pasa, Dean?

—¿A mi?—se ríe—¿Que mierda te pasa a ti, Sira? Porque eso del engaño es una estupidez, no me amas mucho antes de eso.

—Sabes que, si, tienes razón—le suelto—no te amo desde hace muchos meses, ¿contento?

—Que hipócrita, vienes a hacerte la víctima cuando tú también me engañaste ¿Quién es?

—Oh Dean—me echo a reír—el único hipócrita aquí eres tú, y si, te engañe, y adivina qué—me acerco para verlo a la cara—es mucho mejor en la cama que tú y la amo.

—¿Es un ella?—se echa a reír—Entonces tu madre no mentía.

—¿De que hablas?—frunzo el ceño ante la mención de mi madre—¿Ella que tiene que ver?

—De verdad creí que eras mejor que eso, incluso creí que tú madre era una mentirosa pero aquí estás, diciendo que amas a una mujer.

Niega con diversión.

—Eres tan ingenua.

—Y tu tan poca cosa—le suelto—Es que de verdad te creías mejor que cualquier cosa o persona, y aquí estoy—ya lo dijo él— diciendo que amo a una mujer.

—¿Quién es?

—No voy a decirte lo.

—¿Quién es, Sira?—me toma del brazo con fuerza.

—Me estás lastimando, Dean.

—¡Te hice una maldita pregunta!

—Elizabeth—exclamo para que me suelte.

Me suelta y no dice nada, solo sale de la habitación, minutos después, sale de la casa.

—¿Roose?—le llamo a mi pequeña mientras termino de cambiarme—Cariño debemos irnos.

Salgo de la habitación y abro la puerta de la suya, su cama está intacta y ella no está.

—¿Roose?—corro escaleras abajo pero tampoco está—¡Maldición!

Se la llevó, se llevó a mi hija.

Cartas A La Edad © | [Completa]Where stories live. Discover now