Cumpleaños anticuado

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Elizabeth:

Él se veía igual de asombrado que yo, aunque lo mío era más decepción que enojo, entendía si quizá no había hecho bien mi trabajo e incluso me echo la culpa del beso. ¿Pero una solicitud de renuncia?

Lo peor tal vez era que ni siquiera ella había tenido el valor de dármela, o tan siquiera de correrme.

—Tal vez se equivocó—me mira y trata de justificarla de alguna forma.

—Oh vamos Louis, no la justifiques, tú viste cuando Olivia me dio la solicitud.

—Bueno, quizá quería que renunciaras al trabajo—yo asiento mientras él mira a otro lado—pero no a ella.

Frunzo el ceño y doy la vuelta para verla en la entrada de la puerta.

«¡Carajo y mil veces carajo»

¿Cuántas veces más diría eso cuando se tratara de ella?

—Ve ahí y besala.

—¿Que?—no era un amala idea pero—¿A donde vas?

Se levanta de la silla y se despide dándome un beso en la mejilla.

—Pero es mi cumpleaños—lo miro, era él único que había ido.

—Estoy seguro de que no puedes tener mejor compañía que ella.

—Claro, la detective que me hizo renunciar.

—Y la que dio el primer paso—susurra para después pasar de mi lado, saludarla y después pasar del suyo e irse.

—¿Puedo pasar?—pide.

—Ya estás adentro—la miro sin pararme.

—Oye Lizzie, yo...

—Elizabeth—le corrijo.

—Lo siento, Elizabeth, no quise hacerlo así yo, no sé qué me pasó en ese momento. Tuve miedo supongo, pero—deja de hablar, porque seguramente las palabras de su boca ya no quieren salir, o porque en realidad no tiene nada que decir.

No la culpo por ninguno de los dos posibles resultados.

—¿Me quieres de vuelta?—aprieto mis labios al levantarme para acercarme a ella.

—¿Que que?—se pone nerviosa.

—Dilo, Sira.

—Te quiero de vuelta—humedezco mis labios—por favor...

—Dilo otra vez...

—Por favor Lizzie, te quiero de vuelta—murmura bajo, como si las paredes oyeran que ella súplica.

—¡Dios! Que sexy se ve la detective cuando suplica.

Ella inconscientemente humedece sus labios y su respiración cambia.

—¿Volverás?—pregunta.

—Es mi cumpleaños, quizá mañana lo piense—tomo un cupcake y lo muerdo sin dejar de mirarla.

—Deja de hacer eso—frunzo el ceño.

—¿O si no que?—la reto.

Porque de una forma inexplicable, ella me da valor.

Valor para decir y hacer estupideces al parecer.

—O si no cada que me provoques y te bese, terminarás con el escritorio lleno de solicitudes para tu renuncia echas pedacitos.

Se acerca a mi quitando el cupcake de mi boca para tomar mi mandíbula con un poco de fuerza y mirarme directamente a los ojos.

Ojos que en segundos me hacen notar como sus pupilas se vuelven intensas.

—Porque te diré algo, Lizzie—siempre usando ese apelativo para burlarse—no voy a dejarte ir.

—Lo siento—me arrebato de su agarre tentador—pero ya firmé mi renuncia, detective.

Ella suelta una risita tomando su bolso para dejar caer los pedazos de la hoja que ya había firmado.

—¿Algo más, Lizzie?—me sonríe con arrogancia y cinismo.

—Es mi cumpleaños...—es lo único que se me ocurre en este momento.

Ella sonríe dejando marcar las líneas que hacen su sonrisa, la sonrisa perfecta de una detective como ella.

—Oh lo lamento, no lo sabía—mira a su alrededor, donde solo somos ella y yo—¿Nadie vino?

—Se fueron antes—miento.

Él único amigo que tenía era Louis, y a palabras de él, yo no necesitaba a nadie más conmigo.

—Bueno, no los necesitamos—suspira—eso servirá—mira la radio a unos cuantos metros de distancia.

—¿Una radio?

—¿Sabes bailar?—yo niego—Ves, para eso nos servirá.

No digo nada, solo me limito a hacerle caso y apartar la sala y la pequeña mesita de en medio.

Después de eso toma su celular y pone la misma canción que había escuchado a lo bajo, el primer día en que llegue al departamento de policía de New Jersey. Mi segundo hogar, había dicho papá.

—Eres muy poco anticuada para tu edad.

—¿Disculpa?—pregunta realmente ofendida.

—No no, lo siento, no quise que sonara tan mal—asiente soltando un ruido que no logro descifrar—¿Sonó muy mal, cierto?

—Lamento no ser tan anticuada considerando mi edad, Elizabeth.

Se había molestado, y yo había sido muy tonta.

—Lo siento, lo que quise decir es que tienes unos gustos muy... ¿Escasos?—trato de mejorarlo pero creo que aún no doy—Peculiares, si, eso son.

—Ah Elizabeth, deja de hablar y ven aquí.

—No no, espera—algo de inmediato viene a mi cabeza—no tardó.

Corro hacia mí habitación, para tomar el único disco guardado en el cajón del mueble, de al lado de mi cama. Y volver abajo con ella.

—Toma, es un regalo para ti—ella lo toma con algo de timidez—Son canciones, muy anticuadas considerando mi edad.

Ella no puede evitar reír.

—Gracias, pero yo debía darte el regalo, no tú a mí.

—Bueno, creo que el no aceptar mi renuncia, venir y amenazarme con que no me dejaras ir—miro la radio—y el poner esa canción para querer enseñarme a bailar. Son suficientes regalos para mí, detective.

—¿Cuando me llamaras por mi nombre?—pregunta al igual que yo después de escucharla.

—¿Eso quieres?

—Llámame por mi nombre, Elisabeth.

—Sira...

Que nombre tan hermoso y peculiar, tanto como ella misma.

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Felicidades a Lizzie, que hoy cumple 77 años exactamente.

Elizabeth Edevane Fernsby:

20/Noviembre/2022
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Cartas A La Edad © | [Completa]Where stories live. Discover now