Como si tuviera 20

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Sira:

Bailar canciones lentas y antiguas, oh bueno, no tan antiguas con ella, me ha hecho sentir de una manera extraordinaria, diferente a como suelo ser.

Nunca había bailado con alguien, mucho menos en un cumpleaños donde solo hay dos personas.

Nunca me había comido una torta entera solo por competitividad, pero eso me gusta.

Y nunca había salido de casa a un club nocturno.

Siempre mi madre me ha hecho a la idea de estar en casa, con mi esposo cuidando a mi hija.

—¿Y que hacemos?—pregunto casi pegada a ella. Como si ella fuera la madre, se supone que la vieja soy yo.

—Yo voy a beber y bailar, es mi cumpleaños— sonríe con tanto exceso que siento que me inunda—solo déjate llevar, detective.

—Sira—la corrijo por milésima vez, si llevará la cuenta.

—De acuerdo, solo siente la música—se acerca a la barra y toma el vaso pequeño solitario—Bebe.

Yo lo tomo, mirando el licor claro de el.

—¿Debo beber esto? Tu no sabes si trae algo.

—¿Confías en mí?—yo asiento, porque de alguna manera si lo hago, ciegamente.

No me doy el tiempo de volver a ver el licor, solo dejo que resbale por mi garganta sintiendo ese amargo ardor.

—¡Ah carajo!—sacudo la cabeza y arrugó la nariz al verla—Eso estuvo...

—¿Fuerte?

—Bueno, ¿que tal otro?—ella ríe y asiente inclinándose hacia la barra para pedir otro trago para mí.

Licor, canciones sin sentido pero con buen ritmo, gente en exceso y el aire fresco me toman por completo.

—¡Lizzie!—me acerco a ella al ver como mueve su cuerpo despacio en medio de la gente.

—Oh detective—sus ojos brillan de más—¿Ya le gustó?

—¿La música sin sentido—frunce el ceño divertida—o tu?

—La...—ladeo mi cabeza negando—¿Yo le gustó?

—Quizá—vacilo.

—Oh Sira—al fin dice mi nombre, de forma intimidante y seductora mientras se acerca y comienza a bailar me.

—¿Te sientes igual de mareada que yo?—pregunto poniendo mis manos sobre su cintura.

—Yo no bebo detective—alza una de sus cejas y sonríe con malicia.

—Oh Lizzie, Lizzie—ella voltea su cuerpo para mirarme directamente a los ojos.

—¿Que sucede, detective?—susurra con picardía en cada palabra.

—Eso es jugar sucio.

—¿Jugar sucio?—se acerca cada vez más—Creo que se ha equivocado, yo solo veo a una mujer feliz ahora mismo, y eso no es jugar sucio con usted.

—Usted, detective, señora, ¿cuantos apelativos más para hacerme sentir vieja dirás, Elizabeth?

—¿Cómo debo decirle entonces, detective?—me provoca mientras siento como su aire se pega más a mi piel.

—Sira—murmuro tomándola de su nuca para pegarla más a mis labios sin besarla, solo para sentirla un poco más cerca—Dime Sira.

Las dos sentimos la tensión y nos volvemos solo ella y yo, por eso el movimiento brusco de sus manos sobre mi rostro para ahora ella dar el paso y besarme.

Elizabeth me besa con ansias, con deseo, con ganas, con afecto.

¿Cuántas veces me han besado con tanto sentimiento como ahora?

Quisiera decir que Dean lo ha hecho, pero eso sería demasiado para lo poco que me ha dado.

—Detective—me mira con las manos aún en mis mejillas—creo que debe volver a casa.

Debería creer lo mismo, sin embargo hay algo que quiere más de ella.

—No quiero estar sola—la miro.

—Detective, ¿que pretende?

No sé qué pretendo, de lo único que estoy segura es de que en este momento, ella me hace sentir diferente.

Como si volviera a nacer, como si tuviera 20 de nuevo.

Cartas A La Edad © | [Completa]Where stories live. Discover now