Odiaría que te hiciera daño

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Elizabeth:

Siento que he bebido lo suficiente y ella lo que no necesitaba.

Lo sé por la forma en que su cuerpo tambalea al pedir más, y al bailar de forma divertida. Una forma en la que ella no bailaría sobria porque en sus palabras, y las cito "es algo ridículo el como ahora la gente se mueve de aquí para allá con música sin sentido."

Suspiro al ver que ya ha tardado demasiado en el baño, voy a ir a buscarla cuando ella aparece con dos mujeres más a su lado.

—Lizzie, mi preciosa Lizzie, ellas son mis nuevas amigas—dice orgullosa al mirarlas—Ella es...

—Leila—una de ellas se presenta, lleva un vestido rojo más escotado que el de la detective y su cabello lo lleva amarrado en una cola rápida.

—Claro—vacila—y ella es... ¿Cómo dijiste que te llamabas? Soy algo olvidadiza.

No lo es, la detective es la persona menos olvidadiza del mundo.

¿No recuerdas algo? Ella seguro que si lo hace.

—Lili—la segunda mujer se ve más joven, algo tímida y ebria. Incluso más que nosotras tres.

—Casi se llaman igual—me mira tomando mi mano—¿Verdad, Lizzie?

—Si claro— sonrió para ella para después mirar a las mujeres aún ahí—creo que es hora de irnos, Roose puede despertar y...

—Sira, ¿por qué has traído a tu madre?—pregunta una de ellas burlona.

—¡Mi madre!— ríe al mirarme para después, sin yo esperarlo y mucho menos ellas, soltarle un golpe a puño cerrado en la nariz a la chica.

—¿Que le pasa señora?—pregunta Lili aterrorizada al ver como sangra la nariz de la chica.

—Hay, ni le pegue tan fuerte.

—De acuerdo detective, es hora de irnos o nos sacarán a patadas—voy a tomarla cuando ella se aleja de mí.

—¿Te digo un secreto, Lizzie?—se acerca tratando de intimidarme.

Cosa que pasaría si estuviera sobria.

—Claro.

—Pero no le digas a Elizabeth, ¿lo prometes?

—Ok—trato de no reírme por ello.

Estoy segura de que es la primera vez que viene a este lugar y bebe lo que haya bebido.

—Quizá le mentí un poco.

¿Por qué empezar así?

Cierro mis ojos unos segundos y suspiro.

—¿Y en qué le ha mentido detective?—pregunto realmente curiosa.

¿Mentirme? ¿En que podría mentirme?

Sus ojos me examinan, dándose cuenta tal vez de que yo soy la Elizabeth a la que le ha mentido en algo, y a la misma que torpemente por el alcohol, se lo ha dicho a medias.

—Creo que pediré la cuenta, Roose pudo haber despertado y yo no estoy ahí para...

—Sira, ¿en que me has mentido?

—En nada, olvidalo—da un paso al frente cuando yo le sostengo el brazo para obligarla a mirarme, mirarme de verdad y con seriedad.

—Dilo—le ordeno de la forma menos dulce en la que puedo hablarle a la persona que comienzo a amar.

Amar con sinceridad.

—No le dije a Dean que venía de vacaciones con una compañera de trabajo.

En cuanto lo dice, siento que algo dentro de mi ya lo sabía por la forma en que lo había dicho horas atrás.

—¿Que le has dicho?

—Oh Lizzie, yo—esta evadiendo mi pregunta.

—Basta de ignorar mis preguntas, quiero que respondas Sira.

—¿Quieres eso, de verdad?—su voz ha cambiado.

—Si—aunque se que va a doler por la forma en que me mira.

Sin nada de empatía o compasión.

—He venido a New York por el vestido y las invitaciones de la boda—exclama con alivio, como si se quitará el peso de encima para ahora ponerlo en mi—¡Ay Elizabeth! ¿Por qué? ¿Por qué no puedes solo callarte y ser feliz con esto?

—¿Disculpa?—frunzo el ceño y suelto una risa.

—Trato de hacer las cosas fáciles, Elizabeth.

—¿Para quien? Para ti.

—No, Elizabeth, para ti—. Suelta como si aquello fuera cierto—Trato de tenerte cerca porque de verdad comienzo a amarte, a amar a una persona que no soy yo, o Roose, o...—se detiene porque sabe lo que dirá y lo que yo sentirá al oírlo.

—Dilo, Sira—porque empieza a darme igual lo que diga.

No puede doler más, ¿o si?

—O Dean—termina y siento que me he mentido a mi misma.

Claro que siempre habrá algo más que dolerá el doble.

—Creo que el amarte ha sido mi verdadera mala elección, Sira—murmuro esperando no arrepentirme durante los próximos diez segundos siguientes.

Pero lo hago antes de siquiera contar hasta seis.

—Quizá tienes razón.

Su respuesta como siempre es inesperada y dolorosa, pero no lo suficiente como el verla marcharse dejándome ahí, con esa música ridícula y el olor a alcohol emanando de mi ropa, porque alguien derramó su vaso mientras ella hacía amigas en el baño.

—Odiaría que te hiciera daño.

Las palabras de Louis vienen a mi mente.

Yo también odiaba la idea de que sin intentarlo, ella ya lo estaba haciendo.

Louis salado.

Cartas A La Edad © | [Completa]Where stories live. Discover now