3. El que se enamore pierde

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-No te metas, Ryker- escupe mi atacante-. Déjame pasar un rato con mi chica.

-Estoy muy lejos de ser tu chica- digo en el mismo tono. Forcejeo y, aunque no me suelta, el agarre en mis muñecas se afloja.

Sea quien sea este chico, el tal Lewis le tiene miedo.

-No sé porqué tanto interés en ella- murmura el muy imbécil-. No es más que otra de las tantas putas que abundan en este lugar.

¿Como me acaba de llamar?

Oh, ahora sí que estas en problemas, idiota.

No pienso permitir que un troglodita me insulte.

-Ninguna mujer merece ser tocada en contra de su voluntad- dice el chico al que debería considerar mi ángel de la guarda-. Discúlpate con ella.

No le puedo ver la cara ya que Lewis, que me da la espalda y mira al chico con todos los músculos tensos, se interpone entre ambos.

-Oblígame.

-No quieres que lo haga.

Doy un paso al frente decidida a callarle la boca por mi misma.

-No necesito nada de este cabrón y, aunque me moriría de ver como le partes la cara, prefiero hacer algo primero- digo y le doy toquecito en el hombro al violador. No se ha terminado de dar la vuelta cuando yo le doy un puñetazo que, como no se lo esperaba, lo deja en el piso. Me arrodillo un poco y el me mira con una mano en la nariz-. Espero que te lo pienses dos veces antes de volver a meterte con una mujer- digo en voz baja, solo para que él me oiga-. La carcel está llena de personas que le hacen cosas muy feas a los tipos como tú y mis padres estarían encantados de darte un pase gratis cuando quieras.

Ahora que lo veo de cerca, no parece muy mayor. Si acaso, es un año mayor que yo. Tan joven y ya sabemos como va a acabar.

Me levanto y, finalmente, miro al chico que me ayudó. Me quedo un poco tiesa cuando lo reconozco.

De todos los chicos del mundo que me podían ayudar y tenía que ser justamente él.

-Zorra- se queja el tal Lewis antes de irse.

-Gracias por eso- le digo a mi defensor.

-Estoy bastante seguro que no hubieras necesitado mi ayuda para quitarte a ese idiota de encima- intenta bromear-. Pero no es nada.

-Me defendiste.

-Lo habría hecho por cualquiera- le resta importancia-. No eres la primera chica a la que ese hijo de perra ataca.

-Lo imagino.

El silencio se abre paso entre nosotros. Es incómodo, demasiado incómodo. Pero el no lo rompe y no voy a ser yo quién lo haga.

Tal y como había dicho, es lindo. Tiene el cabello de un color castaño demasiado claro y un poco largo. Y unos ojos verdes enmarcados por unas cejas tan perfectas que parecen dibujadas. Lleva un pantalón de mezclilla y una camiseta blanca debajo de una cazadora negra.

La canción acaba y él se aclara la garganta.

-¿Te apetece un trago? No es muy cómodo estar aquí, en medio de un montón de gente bailando, sin hacer nada.

Prohibido Enamorarse Where stories live. Discover now