4. Rubia sol, morena luna

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Narra Aren

—¿Les puedo ofrecer algo de tomar?

Aparto la vista de mi celular para mirar a la fuente de esa voz. Una chica de unos veinte años con el pelo color chocolate y los ojos del mismo color sostiene una bandeja con gesto aburrido. Es la mesera. Es muy bonita, y dos años de diferencia de edad no son  muchos. Hunter, a mi lado, le pide unas cervezas para nosotros y las chicas se piden un cóctel de frutas del que nunca había oído hablar.

—¿Cómo te llamas?— inquiero antes de que se vaya.

—Valezca— responde con confusión.

—¿A qué hora termina tú turno, Val?

—Apenas está empezando.

—Que lastima, yo te quería invitar una copa.

—Ni quiero, ni necesito que me invites una copa. Además, tengo novio.

—No soy celoso, bonita.

—¿Cuántos años tienes? ¿Quince?

Uuuuh, golpe bajo.

—Tengo dieciocho, para tú información.

—Yo tengo veintiuno y no me va eso de asaltar cunas y cambiar pañales.

Aprovecha que me quedo un poco descolocado para marcharse dejándome con la palabra en la boca. Hoy no es mí día.

Nota mental: no ligar con chicas mayores.

Escucho risitas a mi lado izquierdo y me giro justo a tiempo para ver a Mell sonreir antes de lanzarse sobre mi mejor amigo. El muy empalagoso la recibe con los brazos abiertos, y le pasa las manos por la cintura antes de atraerla para besarla. ¡Vaya beso! Pareciera que se van a succionar los órganos.

Y eso que no llevamos ni media hora de haber llegado al dichoso club, bar, discoteca o lo que sea.

—¿Que pasa?— inquiere la rubia que tengo delante—. ¿Perdiste tu magia, principe encantador?

No soporto a esta chica. Se mete donde no la llaman y siempre busca la forma de estar cerca de mí, tuvimos un rollo de una noche en una fiesta hace poco más de un año. Desde ese momento tiene una especie de amor-odio conmigo.

—Gracias por tú preocupación, pero mi magia sigue intacta— digo con media sonrisa—. Y mi dignidad también, que no es algo que tú puedas decir.

La rubia entorna los ojos y me lanza una mirada que, de ser posible, me mataría y me enterraría aquí mismo. Se aclara la garganta para llamar la atención de su amiga y, sino me cayera tan mal, le daría las gracias y todo. Mell se separa de Hunter lo justo para vernos a ambos con cara de pocos amigos.

—Me voy— anuncia—. Para estar aquí, viendo la cara de éste imbécil; me sale mejor quedarme en casa viendo alguna película de Netflix.

—¿Segura?

—Mucho. Hasta luego, Hunter. Nos vemos mañana, Mell— se marcha sin decir nada más.

Algo me dice que solo se despidió así, mencionando los nombres de cada uno, para hacer mayor enfasis en eso de no despedirse de mi.

Prohibido Enamorarse Donde viven las historias. Descúbrelo ahora