19. Quinta enmienda

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Aren Ryker

Camino una última vez por los pasillos del instituto, este lugar está llenos de recuerdos que a partir de ahora sólo podré guardar en mi memoria.  Cada salón, casillero o pasillo cuenta una historia para los que hoy abandonamos para siempre la preparatoria.

No puedo creer que, luego de pasar los últimos cinco años de mi vida en este lugar, a partir de hoy no volveré a poner un pie en estos pasillos.

Vaya mierda.

Mis padres, mis hermanos y Gabriel— el esposo de mamá— me esperan en el estacionamiento de la entrada luego de que la ceremonia de graduación finalmente llegara a su fin.

Tengo un sentimiento agridulce; por un lado me fascina la idea de no regresar aquí, pero también está la cosa de que no me siento listo para ser un adulto, y el hecho de que este sea el último verano antes de la universidad, tiene mucho peso en la vida adulta.

Básicamente, tengo hasta el final del verano para ser adolescente y vivir la vida loca. Aunque, bueno, Axel ya casi acaba la carrera y vive la vida loca cómo el propio adolescente, así que supongo que todo depende del grado de madurez mental de la persona.

Yo no soy la persona más madura que exista, pero tampoco soy la más infantil así que me encuentro en un punto medio.

Saco el móvil del bolsillo de mis vaqueros y marco el número de la única persona que puede hacer que olvide mis pensamientos por un rato, la melancolía y todo lo demás: Aura.

Responde justo cuando creo que no lo va a hacer y mi sonrisa de lado se transforma en una sonrisa completamente al escuchar su respiración al otro lado de la línea.

¿Que me pasa con esta chica?

—¿Preparada para la vida adulta?— suelto lo primero que se me pasa por la cabeza.

Aura suelta un bufido y ese sólo acto hace que mi corazón de un vuelco.

—Preguntas estúpidas que vienen de una boca aún más estúpida.

Oh ¿Quiere jugar a eso? Adelante, puedo jugar a esto hasta el cansancio con ella. De hecho, tengo ganas de jugar muchas otras cosas con esta chica.

Le respondo con algo muy superficial pero que está cargado de doble sentido, sé que lo pilla en el instante en el que vuelve a soltar ese bufido. No me había dado cuenta lo mucho que me gustaban los bufidos de las chicas hasta ahora.

Quizás sea porque te gustan los bufidos de ESTA chica.

Por lo que sea, me encanta hacerla bufar.

—Quizas la que te haga perder la cabeza sea yo— dice en un susurro un poco ronco que ocasiona que mi entrepierna comience a incomodar en mis pantalones. Joder, si así se pone con unas cuántas palabritas triviales, lo que acaba de decir no puede estar más lejos de la verdad.

Esta chica me hace perder por completo la cabeza.

Justo cuándo me empieza a decir sobre su mudanza a casa del chico rubio que conocí ayer en ese asqueroso lugar al que la gente llama departamento, se ve interrumpida por una presencia nada grata para mí.

—¡Aren, cariño!— me detengo en seco, Abby llega hasta mí con su largo cabello rubio algo despeinado. Supongo que por la carrera que ha pegado para alcanzarme—. Me preguntaba si querías hacer algo más tarde, desde lo que pasó hace un par de semanas no he recibido llamadas tuyas y necesito mi dosis de ti.

¡¿Dosis de mi?! Si cree que si me compara con una puta droga va a hacer que me enrolle con ella de nuevo está muy equivocada.

He de admitir que hace unas semanas eso sería un gran estímulo para mi ego, pero desde que me reencontré con Aura es... Distinto. Lo cuál es irónico, porque está chica no ha hecho más que bajarme el ego.

Prohibido Enamorarse Where stories live. Discover now