Capítulo 13

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Una vez llegó a casa, fue directo a su departamento, en todo el camino se fue mentalizando para volver a ver a su ex esposo, soportar su presencia por al menos una noche, y no pelear.

Abrió la puerta lo más silencioso que le era posible, no quería alertar a su vecino porque sabría lo fácil que era que ellos se encontrarán.

—Mijo, ya llegué—entró buscando a su pequeño, encontrándose con aquel hombre al que juro amor eterno alguna vez. Cruzaron miradas.

—Merlon está en su habitación buscando algo que me quiere enseñar.—se acercó al azabache, tomándolo del mentón con su mano.

Cuando el moreno estaba por reclamar, sintió un beso en su mejilla, provocándole un escalofrío, sentía un asco muy grande por aquella acción. Se apartó lo más rápido que pudo, el mayor lo tomó de la cintura, con la intención de volver a besarlo.

—Suéltame, cabrón—lo alejaba lo más que podía con sus manos.

—No, me vas a explicar quién mierda es ese tal Anselmo y Lusu—esta última oración la sintió igual que un balde de agua fría.

No podía culpar a su hijo, él no sabía las consecuencias de hablar sobre sus recientes amigos.

—Son amigos nuestros, nada más, wey.—volvió a forcejear desesperado—Deja de estar chingando con tus putos celos que no valen nada, pendejo.

—Me preocupa mi familia, ¿tiene algo de malo eso?—mientras lo sostenía con una mano en la cadera, con la otra lo tomo del cuello.

—Estás bien pendejo si crees que me voy a creer esa mamada, yo ya no caigo en tus putos jueguitos—con esto último, el más alto comenzó a apretar su cuello.

—¿Padre?—la voz asustada del niño se hizo presente ante la discusión, el mencionado soltó al menor rápidamente.

—Merlon, mira, ya llegó tu papá.—trató de persuadir al chiquillo.

—¿Por qué estaban...?

—Nada, mijo, es que quería saber cuanta fuerza tiene tu padre—habló recuperando el aire—Y comprobé que yo soy más fuerte.

Una mirada pesada y cargada de odio cayó sobre Quackity, junto a una sonrisa sarcástica.

—Mmmm, bueno.—no estaba convencido pero al notar el enojo en su padre, decidió no seguir preguntando.

—Debo ir a la tienda, ¿se les antoja algo?—la voz del pelinegro se entrecortó, sentía la necesidad de huir de ahí.

—¿Me traes unas donitas espolvoreadas, apá?—el mencionado asintió y salió con rapidez del departamento.

Se quedó por un momento en el pasillo, pensando en las repercusiones que habría si iba a su nuevo refugio.

Sin embargo, no aguantó más.

Tocó el timbre, miraba a sus espaldas impaciente, sus manos comenzaron a sudar. A los pocos segundos, el español abrió la puerta.

—Buenas, Quacks, ¿todo bien?—entró de golpe al hogar ajeno, cerrando la puerta.

Lusu, ¿me acompañas a la tienda?

—Claro, deja tomo mi dinero para comprar unas cosas.—fue a su recamara para buscar su dinero.

—¿Puedo ir con vosotros?—el pequeño español le pregunto con amabilidad al mexicano.

—Simona la mona, Ans.—el modismo confundió al menor—Que si, cuando te digan "Simón" es un si, ¿va?

Luchones [Luckity AU] (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now