Capítulo 16

1.8K 246 218
                                    

Estaban en el metro, iban de pie, reían por lo sucedido y los pocos pasajeros que había en el vagón los miraban confundidos. Lo cierto era que al par de tortolitos poco les importaba, estaban concentrados entre ellos.

—Joder, pensé que pasaría la noche en la cárcel, fue una huída muy peligrosa.—suspiró aliviado el mayor, sonriendo.

—La neta sentí que volamos las escaleras en vez de bajarlas, hasta se me bajó la presión cuando ví que era una policía, que pinche vergüenza.

—Jamás había experimentado tanta adrenalina, contigo si que es una aventura vivir.

—Acá yo te voy a enseñar a vivir lo que es ser mexicano, cabrón, empezando por coger en un lugar público.—una carcajada salió del castaño, sonrojando sus mejillas al instante.

—La verdad me ha gustado lo que has hecho, pero no sé yo si volvería a tentar a la suerte de esa manera.

—No seas pussy, hay que hacerlo aquí—se acercó a su oreja, susurrando—¿Apoco no estaría chingón coger en el metro?

La cercanía alteró de nueva cuenta al mayor, quien estaba cediendo de nueva cuenta a la seducción del menor. Las manos morenas abrazaron de la cintura a Luzu, bajando hasta sus nalgas, apretando una.

Quacks, no.—se resistió a último segundo, tomando las manos ajenas y subiendo estas a su cintura nuevamente—¿No quieres que tengamos algo más privado para la primera vez?

—Bueno pues, pero con una condición—el de piel pálida ladeo la cabeza curioso—Que nos caldeemos seguido, es que la neta estás bien precioso, me prendes un chingo.

Con descaro, se acerco y mordió el labio de Luzu, sacándole un jadeo suave. Cruzaron miradas, ambos sentían la temperatura subir, pero el más alto ya no estaba dispuesto a arriesgarse más.

—¿Qué es "caldear"? No le encuentro significado, ¿puedes explicarme?—subió sus brazos a los hombros del más bajo, abrazándolo del cuello.

—Mejor te enseño, mi rey.

Unió sus labios, besándolo con lentitud para introducir su lengua en la cavidad del español. El beso tan intenso embriagó al castaño, trataba de controlar sus sentidos pero Quackity lo había arrastrado al placer y al peligro.

Dicen que una aventura es más divertida si huele a peligro.

—Oigan, esto no es un motel, no hagan sus cochinadas en público, homosexuales asquerosos.—la voz de una señora los interrumpió, causando un creciente enojo en el azabache, quien gruñó.

—¿Y a usted qué, vieja chismosa?—se separó del otro, dándole la cara a la señora—Ni que la estuviera besando a usted, no sea mamona. Vieja envidiosa.

—No me faltes al respeto, aquí el que está mal eres tu y ese otro, ¿qué no piensan en los niños?—respondió ofendida.

—Señora, le comento, tengo dos hijos, estoy divorciado y soy abogado, soy más feliz que usted.—el de ojos oscuros se cruzó de brazos—Se nota que a alguien no le ha tocado, ¿verdad? Mejor busquese a un Don de su edad y deje de meterse en asuntos ajenos, si yo quiero se la chupo a este wey crikoso, así de fácil.

—Esta generación de hoy en día tan frágil y rebelde.—el decepcionado tono de la mujer hizo que Quackity rodara los ojos.

—Ya siéntese, señora, neta mejor ya cállese.—alzó la voz, asustando un poco a la mujer, quien se quedó callada, mirando en dirección contraria.

—Fua, Quacks, la dejaste en su lugar.—habló impresionado el alto.

—Es que esa es una vieja envidiosa, ¿con qué derecho se mete con mi vieja? Nambre, de pendejo voy a dejar que te diga algo a ti.—las dulces palabras del menor hicieron sonreír al castaño.

Luchones [Luckity AU] (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now