Capítulo 5.

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Transcurrieron tres años desde el encuentro de Morrigan con Daliana. Gracias a la protección que le brindaba la turmalina, esos años fueron pacíficos para ella al igual que para el dios supremo, Renoe, quien creía que no había nadie que amenazara su existencia.



Por otro lado, ya la pequeña gozaba de unos doce años. Había crecido un poco y su cuerpo comenzaba a desarrollarse. Continuó asistiendo a la academia a pesar de que sus compañeros le hacían bromas y la fastidiaban por como era; relegada, pensativa y sin nada de Tarén; mas ya no se complicaba por tales cosas; estaba más enfocada en sus estudios. A esa edad ya poseía un talento sin precedentes en álgebra y alquimia.



Una tarde, Daliana salió ansiosa de la academia. Por fin habían culminado las actividades semanales. Ese día se ganó el premio a la mejor estudiante del salón. Como recompensa le otorgaron un trofeo con sus iniciales. Esto conllevó a que surgiera cierta envidia algunos de sus compañeros. En lugar de regresar a casa caminando por la calle principal, tomó un camino diferente. Era un callejón poco transitado que usaba cuando su hermana y abuela no podían ir por ella; un atajo que le permitiría llegar mas pronto.



Iba caminando mientras cantaba una canción cuando, de pronto, sus oídos percibieron la voz de unos chicos. Al frente aparecieron cuatro de sus compañeros que acostumbraban a molestarla. Se detuvo en seco e instintivamente dio media vuelta para evitarlos, pero otros dos aparecieron y le bloquearon el camino. Sus compañeros era un grupo de chicos y chicas quienes se reían con maldad mientras se acercaban poco a poco a ella.



-¡Ey! Ya paren -les gritó.



Iba a echar a correr cuando una voz, pronunciando su nombre, la frenó justo antes de hacerlo. Se volteó y vio que se trataba de Brisa, su compañera, quien con una peculiar y elegante manera de caminar, se acercaba a ella, abriendo camino entre los cuatro estudiantes. La niña gozaría de una distintiva belleza si en sus ojos no residiera un gran odio hacia ella. Llevaba una larga cabellera que brillaba como el sol, piel blanca, ojos azules, y asentaba autoridad con cada paso que daba. Usaba un vestido de seda rojo con mangas amplias y largas. Decorado con encajes bordados y joyas, lo hacían verse muy lujoso. Y sus manos exhibían finos guantes de un color negro.



-¡Déjame decirte algo, campesina! -chilló-. Niñas como tú, presumidas, que se hacen la mosquita muerta por no tener Tarén, no son nadie. Deja ya de dejarnos en ridículo. Tú no eres bienvenida en nuestras academia. No eres bienvenida en mi ciudad.



-Yo no estoy presumiendo nada... te lo aseguro. Tampoco te he hecho algo para que me hables de esa manera.



-¿Cómo te atreves a replicarme? -Empujó a Daliana, que resbaló enseguida ay cayo. Sus compañeros comenzaron a burlarse.



-¿Por qué me empujas? -balbuceó al intentar levantarse.



-¡No te levantes! Tu princesa imperial te lo ordena. Quédate tirada como un perro.



Pero Daliana no pretendía obedecerla. Se colocó de pie y eso enojó mucho a Brisa. De pronto, agitó una mano y esta comenzó a brillar. "Vuela", recitó. Entonces, Daliana sintió una ráfaga de aire en su cara y salió volando. Después de algunas vueltas y golpes en el suelo, sintió un dolor intenso en el tobillo. Quiso huir del lugar, pero no fue capaz por el dolor. Se quedó allí tumbada, apretándose el tobillo con las manos. Aunque intentó no llorar, terminó haciéndolo. Era la primera vez que le agredían de una manera tan violenta. Brisa se acercó. Está vez colocó la mano a unos pocos centímetros de su rostro. Daliana pudo ver cómo esta brillaba; cómo si estuviera a punto de prenderse fuego. Cerró los ojos y se preparó para recibir el siguiente ataque.




-¡Ey! ¿Qué está sucediendo? -de pronto, gritó un hombre que por ahí pasaba.



-¡Corran! -dijo uno de los niños.

Evangelio CarmesíWhere stories live. Discover now