Capítulo 13.

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La mañana del tercer día llegó y Daliana salió de su habitación con la intención de disculparse con todos por tu actitud de hace dos días atrás. Bajó las escaleras hacia el comedor y notó que solo estaban su abuela y Arturo en la mesa. Había también una mujer que iba y venía de la cocina a la mesa, trayendo tazones y una bandeja con pan. Tenía unas transparentes alas en su espalda ligeramente inclinadas hacia abajo. Notó enseguida que se trataba de aquella hada que vio en la habitación cuando despertó.



-Hola, Daliana -habló Arturo al verla.



La abuela reaccionó enseguida, buscando con la cabeza a su nieta. Daliana estaba a su lado, de pie y con una expresión tristona.



-Abuela... lo siento mucho. -Gimoteó-. Lo lamento mucho. No debí reaccionar de esa forma.



La abuela Machi le regaló la más dulce sonrisa que pudo haberle dado.



-Entiendo muy bien como te debiste haber sentido. La que debería disculparse soy yo por no habértelo contado antes, pero...



-Lo hacías para protegerme, lo sé. Y por eso te lo agradezco mucho. -Enseguida se lanzó hacia ella, dándole un fuerte abrazo cargado del más puro amor que podía sentir por ella-. No quiero que mueras -le susurró de la nada.



-No lo haré -le aseguró esta.



-¿Lo prometes?



-Lo prometo. -La abrazó-. Ahora ve a sentarte para que comas.



Justo entonces la hada se acercó y colocó un tazón con avena cocida frente a ella. Daliana vio la avena y seguidamente levantó la mirada para ver mejor a aquella mujer. Se veía bastante joven y delgada, con piel lisa y, al igual que su hermana, de un color canela.



-Hola -saludó aquella joven muchacha al notar que la pequeña no dejaba de verla.



-¡Guau!



-¿Eh? ¿Sucede algo?



-Tus cachetes... son grandes y lindos. Parecen los cachetes de un bebé pachoncito.



La mujer se echó a reír.



-Gracias. Tu ojo con dos colores también es lindo.



-¿Cómo te llamas?



-Me llamo Beatriz, pero puedes llamarme Bea. Tú eres Daliana, ¿no?



-Así es -respondió animada.



-Tú también eres muy bonita -le dijo antes de marcharse de nuevo a la cocina.



-¡Sus cachetes son bastante voluminosos! -les comentó asombrada Daliana a su abuela y Arturo.



-Sí, lo son -coincidió la abuela-. El emperador la envió con nosotros para ayudarnos mientras tus hermanos están en una misión.



-¿Darren y Gina están en una misión?



-Partieron ayer. Pensé que se habían despedido de ti.



-Pues... creo que no quise abrirles la puerta ayer -confesó.



-Entiendo.



-Así que te quedaste con nosotras, Arturo -comentó Daliana, buscando cambiar de tema.



-Por supuesto que sí -le respondió este-. Somos un equipo, ¿recuerdas? -Hubo una pausa-. Aunque me hubiera gustado que Brisa hubiera venido también.



-Yo también me hubiera negado a venir si fuera ella. Su papá de seguro se preocuparía si desaparecía de repente.



En ese momento, el leve sonido de un objeto caído al suelo, hizo volver la mirada de los niños hacia la abuela.

Evangelio CarmesíWhere stories live. Discover now