Capítulo 23.

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Daliana miraba su comida, pensando en todo lo que lucifer le había dicho. Dio un bocado en silencio antes de escuchar a Serafina llegar junto a Saquiel.

Sus palabras resonaban por todo el apartamento.

—Te encargué una sola misión, Saquiel. ¿Cómo permitiste que Lucifer se le acercara? —Escucharon decir en un tono muy molesto.

Serafina llegó a la cocina presa e una angustia, pero se alivió al notar que Daliana se encontraba bien. No tardó en ir a abrazarla.

—Me alegro que estés bien. ¿Él te lastimó?

Daliana negó con la cabeza. Serafina suspiró aliviada.

—Solo quería hablar.

—¿Hablar? ¿Sobre qué?

—Pues… —Le tomó un momento decirle—. Me contó algo que me tiene bastante intrigada. —La miró con indignación—. ¿Es cierto que no me quieres dejar ir porque necesitas mi poder para irte de este mundo?

—Eso no es verdad. Lucifer solo te estaba mintiendo.

—No parecía hacerlo cuando abrió un portal hacia mi mundo. —Los ojos de Serafina se abrieron de par en par—. Mataste a los humanos con un diluvio, no atiendes sus súplicas, dejas que cometan todo tipo de atrocidades. Incluso viste morir a tu hijo sin hacer nada. —Un profundo silencio invadió todo el lugar—. Pensé que eras diferente.

La diosa dio un suspiro profundo.

—¿Qué sentido hubiera tenido decirte todo eso? —repuso, dejando atónita a Daliana—. Durante miles de años, les ofrecí a los humanos todo lo que un dios haya ofrecida jamás a sus creaciones. Pero ellos lo despreciaron. Todo designio de los pensamientos del corazón de cada hombre y mujer era de continuo mal, así que me arrepentí de haberlos creado.

—¿Perdona? ¿Entonces es más fácil dejarlos a su merced en vez de remediarlo?

Serafina irguió los hombros. Era indiferente ahora. Daliana no podía creerlo. El sentimiento de desilusión hacia ella nació, pues era muy diferente a como Darren la describía.

—Estoy arrepentida de haber creado a estos humanos, Daliana. No son ni la mitad de lo que eran los primeros que hice. Todo esto no estuviera pasando si no te hubiera creado.

Aquellas palabras fue como una lanza atravesando el corazón de Daliana. Formando una línea con sus labios, intentaba no dejar salir sus lágrimas.

—Así que soy un virus también, ¿no? —Soltó un “jum”, liberando la frustración y molestia que sentía por dentro. La miró después directo a los ojos—. Me voy. Mis hermanos de seguro están en problemas. —Se volteó hacia sus amigos—. Nos vamos, chicos. Debemos salvar a nuestras familias.

Daliana se detuvo luego de un par de pasos. Tenía una última cosa que decirle a Serafina antes de irse

—¿Sabes? Yo te llegué a admirar gracias a lo que Darren me dijo de ti. Me moría de ganas de conocerte. Y al hacerlo, me sentí muy feliz. —Hubo una pausa—. Pero no eres más que una diosa que solo piensa en si misma.

Cuando se volvió, Serafina avanzó hacia ella y la tomó del hombro. En ese instante, la niña sacudió el brazo y una energía roja y brillante surgió desde su cuerpo y la lanzó junto a Saquiel contra la pared.

Después de dejar el apartamento, Daliana guio a sus amigos hacia la plaza. Allí los esperaba Lucifer con una sonrisa orgullosa marcada en su rostro. Comenzaba a comprender por qué él se había revelado a su madre.

Una vez reunidos, en ángel los llevó hacia la orilla de un lago de aguas plácidas y oscuras, rodeado de arriscadas paredes boscosas repletas de viñedos y huertos. La contemplación del paisaje era silenciosa. La orilla tenía una forma singularmente irregular, con algunas grietas donde un leve vapor bastante caldeado.

Daliana aún sentía desconfianza hacia lucifer, pero él era el único que le garantizaba un coleto directo a casa.

—introitus ad inferos —dijo lucifer tras inhalar profundamente el aroma del lugar.

—¿Dónde estamos? —le preguntó Daliana con algo de impaciencia.

—Este es el lugar dónde Serafina apareció cuando llegó por primera vez a este mundo. Sin duda, la conexión de ambos mundo es mas fuerte aquí.

—¿Y qué esperamos? Abre el portal.

Lucifer movió su dedo de un lado a otro, haciendo una rítmica secuencia de sonidos con la boca.

—Primero debes hacerme un pequeño favor. —Le sonrió.

—¿Qué quieres?

Solo necesito que cures mis alas —le pidió.

De la espalda de Lucifer aparecieron unas enormes alas negras. Eran tres pares, y Daliana se dio cuenta de que estaban algo desplumadas y heridas.

—Espero que no me estés engañando, Lucifer. De ser así, borraré esa absurda sonrisa que tienes de tu rostro.

—Sí, sí. No te preocupes. Hagamos esto rápido antes de que mi madre venga.

Ella miró aún desconfiada, pero cumpliría con el trato. Extendió las manos hacia sus alas, y tras recitar el hechizo de curación, una energía luminosa y con forma de anillo rojo salió de sus palmas. Los anillos se estiraron y se extendieron sobre el plumaje. Lucifer pudo sentir una fuerte sensación recorriendo todo su cuerpo. Después abrió los ojos y estos estaban completamente negros; un tapiz siniestro era lo que su rostro reflejaba. Aquellas enormes alas negras ya estaban curadas y su cuerpo lleno de energía. Ahora era momento de cumplir él con su parte del trato.

—La mayor parte de energía de este mundo se concentra en este lugar —le comentó una vez que recogió sus alas. Guio a Daliana hasta que tuvieron las aguas del lago hasta los tobillos—. Ten —Volvió a darle el frasco con su gracia—. Necesitarás de mi gracia para que funcione. Bebe de ella y luego todo ese poder que sientas, imbúyelo sobre la guadaña. Luego tendrás que cercenar la superficie con ella. Eso debería abrir el portal a tu mundo.

—¿Debería? ¡Jum! ¿Por qué no solo abres un portal cómo lo hiciste antes?

—Pudiera hacerlo, pero mi poder no es tan fuerte como el tuyo. Quedarían atrapados en el vacío apenas cruzaran. Por eso, juntar tu poder con el mío, crearía un portal más estable.

—¿Crees que pueda? —dudó ella.

—Posees los poderes de Dios. Puedes hacer eso y mucho más.

Finalmente, Daliana tuvo la sensación de que, por primera vez, podía confiar en Lucifer. Había sido advertida por serafina de él, pero tenía algo que demostraba todo lo contrario. Y así, sin dudar, puso en marcha el conjuro.

Inspiró profundamente y comenzó transmitir su energía mágica hacia sus manos mientras escuchaba las instrucciones de Lucifer. Imaginó después su poder abriendo el portal. Desde el otro lado, los demás veían como si la guadaña estuviera en llamas. De ella emanaba una energía mágica visible en la forma de un fuego negro. Alrededor de la hoja se veían pequeños puntos rojos; como estrellas que danzaban sobre el cielo oscuros.

El resplandor se hizo cada vez más intenso y potente después de rezar en silencio el conjuro dictado. Daliana levantó con euforia la guadaña sobre su cabeza, pero una voz la detuvo justo antes de bajarla. Era Serafina quien había gritado su nombre con todas sus fuerzas. La niña se volvió una verla, mas fue una mirada de pocos segundos.

—Llegas justo a tiempo, madre —alegó Lucifer.

—Daliana, por favor, no hagas esto. Escúchame, Lucifer…

—¡Hazlo, niña! ¡No te detenga! ¡Quieres volver a casa, ¿no?! —gritó Lucifer—. Ella solo quiere usarte gracias al gran poder que tienes.

Cuando Daliana escuchó eso, una expresión de enojo se dibujó en su rostro. Recordó que había sido engañada. La ira empezó a burbujear en su interior, como agua hirviendo en una olla. Serafina se acercó rápidamente, pero cuando estuvo a punto de llegar a la escena, Daliana, con sus cejas fruncidas, bajó la guadaña y clavó eufóricamente la hoja en el suelo. Aquel movimiento preciso bastó para crear una sensación extraña en el ambiente, una sensación de calma, pero con un toque de tensión. El conjuro estaba hecho pero no parecía haber funcionado, y Daliana se sintió inútil.

Un momento de calma estuvo presente por un instante. Entonces, de pronto, el suelo empezó a temblar con un lento y sordo estremecimiento. Sintieron como si la tierra misma fuera a reventar, y sí, era eso mismo que había comenzado a suceder. El suelo se abrió, formando una grieta que se extendió por el del lago.

Al abrirse el lago en dos, emergieron de él múltiples bolas de niebla negra; como si criaturas estuvieran naciendo de la nada. A medida que salían del fondo, la oscuridad comenzó a apoderarse de cada rincón del planeta. 

—¡¿Qué es todo esto?! ¡¿Qué está sucediendo?! —pidió saber Daliana.

—¡Has abierto una de las puertas al infierno! —le contestó Serafina—. ¡Esas cosas son demonios!

—¡Así es! —Carcajeó Lucifer mientras alzaba vuelo y se divertía recreando un baile entre las bolas de niebla—. ¿¡No es increíble!? ¡Bienvenidos al puto apocalipsis! —Sonrió maliciosamente.

Daliana miró a Lucifer con odio y resentimiento. Le había prometido que la llevaría a su hogar, pero en lugar de eso, él la había engañado y usado. El enojo le dio un enorme aumento en su Tarén que de su cuerpo comenzó a salir el Tulpa. Estás vez, los ojos de la criatura parecían sangrar, y era más grande de lo normal.

—¡Me engañaste! —Alzó la mano y señaló a Lucifer para que la criatura lo atacara. Pero, de repente, él desapareció luego de haberse expresado con un “¡Ups!”

Por otro lado, Serafina estaba   completamente impotente ante la situación. Sintió el pánico corriéndole por todo el cuerpo. Al saber las cosas que estaban a punto de suceder, se sintió preocupada, no solo por Daliana y el resto, también por todos los humanos del planeta, así que tomó una decisión rápida. Su divina presencia empezó a resplandecer con tanta fuerza que el cielo se abrió.

—¡Miguel!, prepara a todos los ángeles.

—Seraf, perdón. Yo… —Daliana se dirigía a ella para disculparse.

—Escúchame. Debes irte, ¿está bien? Ve y salva a los tuyos como dijiste.

—No.

—Dijiste que debía hacer algo para remediarlo. Ya es momento de hacerlo.

Daliana iba a decirle algo cuando una ola de energía la empujó a gran velocidad hacia un vacío. La oscuridad se extendió a su alrededor, y sintió una atmósfera serena y silenciosa mientras flotaba en la nada.

—¡Por favor, prométeme que vencerás! —le gritó a la diosa—. ¡Quiero que venzas!

Serafina le sonrió.

Poco después, la oscuridad que se había formado comenzó a disiparse. Miró a su en torno y se percató que estaba nuevamente en Fairytree junto a sus amigos.

Evangelio CarmesíWhere stories live. Discover now