Twenty-seven

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Twenty-seven;
— Eres una llama apagada. —

¡Bipp! ¡Bipp! ¡Bipp!

El molesto y agudo sonido de la alarma resonó por todas las esquinas de su gran habitación, avisándole con insistencia que había llegado el momento de levantarse y comenzar a alistarse para otro día más en esa complicada y exigente escuela.

Gruñó en voz baja y sin quitarse las sábanas que cubrían su rostro adormilado, bostezo. Se removió en su cómodo colchón buscando recuperar el sueño que había sido de repente interrumpido.

¡Bipp! ¡Bipp! ¡Bipp!

Apreto con fuerza sus ojos. El sonido del despertado se clavaba con fuerza tal y como si fueran cuchillos a su cabeza generando en él un dolor molesto y continuó.

Solo tenía que ignorarlo, solo quería dormir un poco más. Se sentía tan cansado, sentía su cabeza y cuerpo al límite, estaba fatigado y adolorido de todo lo que había pasado esos últimos días. ¿No podía tomarse ese día libre? No habría problema si lo hacía, aunque estaba a punto de pasar el límite de inasistencias permitidas de seguro sus padres crearían una excusa convincente y se la dirían al director para que olvidara aquel hecho, o simplemente lo sobornarian, como siempre.

El dinero te ayudaba de una menera inexplicable, te daba una ventaja sobre encima de los demás. Permitía que hicieras prácticamente todo lo que quisieras sin tener que pagar las consecuencias.

Sintió su cuerpo relajarse nuevamente, la molesta alarma pronto perdió gloria y se volvió un suave sonido de fondo. Bostezo nuevamente sediendo ante los deseos de su cuerpo,  abrazo con fuerza la almohada apretandola y juntandola cerca suyo.

No pasó mucho tiempo desde que comenzó a hundirse en el mundo de los suyos cuando sintió un leve pero repentino ardor en su antebrazo, abrió sus ojos rápidamente y se quito con la misma velocidad las sabanas encima suyo. El sueño había pasado a segundo plano.

Observó con preocupación sus brazos, en especial el izquierdo, éste comenzaba a mancharse con pequeñas gotas escarlatas que brotaban de forma lenta de sus heridas mal cicatrisadas y de las que apenas comenzaban a hacerlo.

Bufo frustrado, ¿se había abierto los cortes mientras dormía?

A esta hora debían haber parado de sangrar, sí, talvez ayer volvió a abrir algunas cuantas de éstas buscando aliviar un poco de todo el estrés que sentía a través del dolor pero ¿no era esto exagerado? ¡Ya había pasado casi ocho horas! ¿Qué demonios?

Mordio su labio con preocupación, una idea algo descabellada pasó por su mente, ¿acaso... acaso había hecho cortes demasiados profundos sin darse cuente? No podía ser, él no era así de descuidado. Sabía medirse y parar cuando era necesario, o al menos eso le gustaba creer.

Tengo que vendar esto.

Pensó y se levanto de la cama de un brinco, una vez de pie mantenía su brazo sangrante extendido buscando evitar irritar más o abrir otras de sus heridas. Miró el reloj de forma cuadrada que seguía sonando sin descanso en la mesita de noche, era tarde, las clases seguramente estaban a punto de comenzar.

Genial, gran manera de comenzar el día.

Tenía que ser martes.

Enojado se dirigió al reloj y lo apago con algo de fuerza, de hecho demasiada fuerza, era como si hubiera desquitado toda su frustración, enojo y estrés en el pobre aparato. Tenía que empezar a controlar esos impulsos pero para luzu era algo ya imposible.

¿𝘠𝘢 𝘯𝘰 𝘴𝘰𝘺 𝘵𝘶 𝘤𝘩𝘪𝘤𝘰 𝘧𝘢𝘷𝘰𝘳𝘪𝘵𝘰? #𝙡𝙪𝙘𝙠𝙞𝙩𝙮Where stories live. Discover now