Capítulo 2

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Estaba encogida en mi camastro, girando el juguete entre mis pequeñas manitas.

No era mío. Lo había cogido de la habitación de la hija del general, esa niña con ese cuarto tan grande y tan lleno de juguetes. Yo no tenía ninguno, así que había decidido que no era justo y que, de todas formas, ella no podría jugar con tantos juguetes a la vez. Además, ella sólo tenía tres años.

Se trataba de una especie de ratón de tela con cuentas negras por ojos. Me recordaban a los de Rodion, ese chico adorable al que todo el mundo quería, pero sobre todo a los de Cadmot, ese otro niño al que le gustaba tirarme del pelo y empujarme por los pasillos. Eso había hecho que ya no me gustara tanto. La verdad es que no tenía muy claro qué hacer con eso. No solía jugar, y mucho menos con los hijos del general, lo tenía terminantemente prohibido. Había una criada muy amable que a veces pasaba tiempo conmigo, pero era la única.

Dudando, hice caminar al ratón por el colchón, tarareando para mis adentros. Al poco, me aburrí, y escondí el peluche debajo de la cama. Justo cuando lo había hecho, la puerta de mi cuarto se abrió con un golpe brusco. Pegué un respingo, agarrándome a las finas sábanas.

En el umbral estaba el general Aursong, pero no lo reconocía. Él no hablaba conmigo, pero cuando le veía con su familia parecía un hombre bueno y tranquilo al que le gustaba sentar a sus hijos en su regazo. Ahora me estaba mirando mientras esbozaba una mueca furiosa. En sus ojos no había nada más que rabia y locura. Además, tenía un aspecto que daba mucho miedo. Su cara estaba cubierta de heridas, un largo rasguño le atravesaba la boca y tenía un brazo vendado.

-¿Señor? -musité asustada.

-Ven aquí, rata bastarda.

Antes de que pudiera apartarme, me cogió del brazo y me sacó del cuarto. La fuerza con la que lo hizo me abrumó, y empezó a invadirme el pánico. Chillé, esperando que alguno de los criados me oyera cuando me arrastró por el pasillo, pero el general me retorció la muñeca.

-Si no te callas, lo haré más fuerte.

Eso me hizo gritar aún más, lo que intensificó el dolor, hasta que me obligué a callarme. Una vez quedé en silencio, el hombre dejó de retorcerme el brazo y siguió llevándome sin que mis pies tocaran apenas el suelo hasta llegar al exterior. Era noche cerrada y, como era habitual en la isla, hacía calor. Estábamos en los establos, y los bufidos de unos pocos caballos rompían el silencio.

El primer golpe llegó en la parte trasera de mi cabeza, enviándome directa a una pila de excrementos apilados en una de las cuadras. Al mirar al general, debí haber sabido que sería el primero de muchos. Porque después llegó otro. Y otro. Y otro. Y otro.
Jamás sabré el tiempo que me revolví en aquel montón de inmundicia, gritando y suplicando, con el miedo mezclado con el dolor y la confusión. No entendía nada. No sabía por qué me hacía aquello. La gente decía que ese hombre era mi padre adoptivo. Yo lo admiraba. No lograba comprender...

Tras lo que me pareció una eternidad, paró, y, tras dedicarle unas crueles palabras a mi cuerpo magullado, se fue, abandonándome allí. Me acurruqué en el suelo sucio y empecé a llorar.

-Vamos, querida.

Alcé la cabeza cuando oí una voz cercana. Estaba arrodillado ante mí un hombre que no estaba allí un segundo antes. Su ropa era gris, pero cambiaba de color, pasando de un tono perla a uno que se acercaba al negro. Los bordes de esas extrañas prendas se deshacían en el aire como si estuvieran hechos de humo. Tenía el pelo castaño y los ojos oscuros, y una fina perilla rodeaba una amable sonrisa, con un cierto toque de astucia. Sus facciones eran bastante atractivas, con la mandíbula definida y pómulos afilados.

Cuando lo ví, parpadeé, y todo pareció cobrar sentido. Aquello ya me había pasado. Sí, me había pasado hacía ya trece años, cuando no era más que una niña. Estaba grabado irremediablemente en mi memoria porque era la primera vez que el general me había puesto la mano encima. Sin embargo, yo había vivido ese momento cientos de veces desde entonces.

El reflejo de la Reina: ExilioWhere stories live. Discover now