Capítulo 11

4 2 0
                                    

Lokih estaba ordenando uno de los estantes de su tienda, repleto de plumas ornamentadas y útiles de escritura mientras charlaba con Mun, quien no parecía especialmente interesado en la conversación. Sin embargo, se volvió a toda prisa y logró atrapar al vuelo la caja que le lancé justo antes de que impactara contra su insufrible cara. Su cuervo empezó a graznar escandalizado, pero él se limitó a enarcar una ceja.

—Creo recordar que te dije que la abrieras en caso de peligro.

—¡Y yo creo recordar que me dijiste que podía confiar en ti! —repliqué, acercándome con gesto amenazador. — ¡Pero aquí estamos, ¿no?!

El ethryn chasqueó la lengua y se pasó la caja de una mano a otra.

—No pensé que fuera a sorprenderte tanto que tuviera objetos ilegales ahora que me conoces.

—No te atrevas a hacerte el tonto, maldito ethryn tramposo y mentiroso.

Él suspiró.

—Ya, me imagino que tener un objeto prohibido es el menor de tus problemas ahora mismo. Se ha corrido la voz.

No hizo falta preguntar para saber a qué se refería.

—He oído que el anuncio oficial es mañana, pero me parece innecesario cuando los rumores corren como el viento.

—¿Esto te resulta divertido, Zarius?

—En absoluto. Esta situación no podría parecerme más ridícula y retrógrada. En Ethryant, los matrimonios concertados no están permitidos, y mucho menos todo eso de "entregar en matrimonio". No, no me parece nada divertido.

—Qué interesante, será lo primero que haga cuando Eneas me convierta en reina. Oh, espera, ¡no podré hacer nada!

Otro chasquido de lengua. Realmente estaba poniendo mis nervios al límite.

—¿Tú crees? Porque conozco tus secretos, y esos no son precisamente los rumores que se escuchan por ahí.

—Serás desgraciado...

Él alzó las manos en un gesto conciliador, y Mun aleteó inquieto.

—¿Me estás amenazando, es eso? ¿A tí te gustaría que todo el mundo supiera que envías cartas a Ethryant, o que tu nombre es en realidad el de un brujo ilusionista?

—Tengo secretos mucho peores.

—Pero parece que tú te enteraste de los míos antes que yo. ¿Por qué? ¿Por qué no me lo contaste si sabías lo que era en lugar de darme el espejo para que me enterara yo sola?

—No podía.

—¿Cómo demonios lo sabías?

Él me miró, dudando, hasta que respondió:

—Puede que esto sea difícil de creer, Persie, pero en Ethryant saben de tu existencia.

Había soportado suficientes revelaciones los últimos días como para no reaccionar ante esta, pero sí que la sentí en su totalidad.

—¿Qué se supone que significa?

—Significa que los ethryn sabemos que, estuviera donde estuviera la Insurrección, tú estabas allí.

—¿Y la Reina...?

—Todo el mundo lo sabe.

Me paseé de un lado a otro, frenética.

—Esto es un desastre. Yo no puedo ganar contra la Reina, y, contra la Princesa, tampoco. ¿Cómo va a depender nada de mí? ¡Apenas soy una bruja! ¡Y encima soy el peor tipo de bruja posible!

El reflejo de la Reina: ExilioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora