Capítulo 23

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—Persie, ¿qué estás haciendo ?

Hice una mueca antes de volverme hacia un joven alto que portaba una lanza y cuyos ojos negros me miraban inexpresivos.

—Rodion...

—¿Ibas a salir? ¿A dónde ibas?

"Lo que me faltaba" pensé, pero me ablandé al ver que su mirada no estaba vacía del todo. Estaba teñida de tristeza, de dolor. No sabía cuántos de los hombres a los que había enviado en aquel barco eran simples conocidos, cuántos personas a las que había llegado a apreciar y cuántos  sus amigos. Aquella guerra ni siquiera había empezado, y ya daba la impresión de que a Rodion le venía grande.

—Lo siento mucho, Rodion.

—¿Por qué?

—Por tus hombres. Siento lo que ha pasado.

Rodion bufó, negando con la cabeza, dando vueltas a la lanza.

—Así que te has enterado. Entonces sabrás que han sido...

—Sé que han sido ellas.

Ambos nos quedamos callados, mirándonos fijamente, y no pude reconocer en nosotros a esos dos jóvenes que tan felices habían sido juntos. El Rodion que tenía delante no parecía el Rodion todo sonrisas, sueños y bondad que me abrazaba bajo las estrellas. No, ahora podía ver claramente la amargura y la impotencia retorcerse en el fondo de sus ojos, su sonrisa convertida en una firme línea recta que había esbozado su padre demasiadas veces antes que él. Estaba cansado, tenso, dolorido y, por primera vez, derrotado. Y yo ya no quería ser esa chica que creía que su primer amor siempre correría a su encuentro, que se reía con él para que no supiera que su corazón llevaba años sangrando.

—Ya no se puede hacer nada —murmuró, bajando la vista. — Hace frío, será mejor que volvamos dentro.

—Yo no voy.

Volvió a mirarme, confuso.

—¿A dónde vas?

—Tengo que irme.

—Persie, ¿a dónde vas?

—¿A ti qué te importa?

Su gesto se endureció repentinamente.

—Respóndeme, Persie.

—¿Desde cuándo te debo yo explicaciones, Rodion?

Parecía estar cada vez más nervioso, pero me dio igual.

—Hace meses te habría contestado, pero ahora no tengo por qué hacerlo. No tienes por qué inmiscuirte en mi vida lo más mínimo, así que, si quieres volver a entrar, hazlo, pero déjame en paz.

—¿Pero qué estás diciendo? ¿A dónde piensas ir?

—¡Te he dicho que no es asunto tuyo!

—Persie, ya basta, entra de una vez.
Intentó agarrarme de la muñeca, y me aparté escandalizada.

—¿Qué haces?

—¿Para qué quieres salir a estas horas, Persie? ¿Es que vas a reunirte con alguien?
Abrí la boca con indignación, pero la cerré al darme cuenta de que no estaba equivocado. La tardanza de mi respuesta le dio baza para continuar.

—¡No me digas que es eso! ¿De verdad que vas a ver a alguien después de enterarte de que han masacrado a mis compañeros?

—Por favor, Rodion, dime que no estás celoso.

—¿Es que debería estarlo? ¿Hay alguna razón para que lo esté? ¡Sólo dime a dónde vas!

—¡Tú no tienes ningún derecho a preguntarme a dónde voy, ni si pienso ver a alguien, y sobre todo no tienes el más mínimo derecho a estar celoso cuando eres tú quien decidió terminar nuestra relación! ¿Te estás oyendo? ¡Sé que la muerte de tus amigos te ha afectado, pero esa no es excusa para que me hables así!

El reflejo de la Reina: ExilioWhere stories live. Discover now