Capítulo 27

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Nunca había pensado que despertarse con el graznido de un cuervo pudiera ser agradable hasta que, cuando abrí los ojos, me encontré con las cuencas como monedas de Mun a un palmo de mi rostro. Lo cierto es que era una visión algo intimidante, con su pico afilado y sus garras ónice, pero cuando le acaricié las plumas del cuello alzó la cabeza como un gato pidiendo mimos.

—Buenos días, bonito —saludé antes de desperezarse. Sonreí al ver que me encontraba en un dormitorio sencillo, con poco mobiliario y paredes prácticamente desnudas, y no en mi suntuosa habitación de la mansión de los Aursong. Aquella mañana, al igual que la noche anterior, me sentía simple y llanamente, libre. No iba a tener que ir a entrenar con una mujer insoportable, ni bajar a desayunar con mi familia adoptiva, ni había ninguna criada esperando para vestirme o sedarme.
Me abracé a mí misma al ver lo que llevaba puesto, ya que aún conservaba la esencia de Lokih. Me levanté de la cama y salí del cuarto. El ethryn estaba en el salón, envuelto en una capa como si acabara de volver del exterior y cara larga que se convirtió en una sonrisa cuando me vio.

—¿Va todo bien? —inquirí, cruzando los brazos.

—Mejor imposible. Buenos días.

—Lokih...

—Está bien, puede que los insurrectos hayan descubierto la... escena que dejé a mi paso ayer.

Su tono fue vacilante, como si aún esperara alguna reacción en concreto respecto a lo que había hecho a los mercenarios la noche anterior. No la consiguió, porque dije:

—Malas noticias, supongo.

—Sí, me temo que empiezan a contemplar la posibilidad de que no hayas salido de la isla. Lo único positivo de toda esta situación es que deben estar dándose cabezazos para castigar su estupidez.

Sólo de imaginármelo me eché a reír.

—Pero no te preocupes, ya lo estoy organizando todo para escapar de Cavintosh. Sólo necesito que

Mun haga un par de viajes largos, pero está acostumbrado.

—Tienes al pobre Mun esclavizado.

—No es cierto, sólo me hace favores para honrar nuestra amistad.

—Entonces, ¿tienes un plan para sacarnos de aquí?

—Algo así.

Me crucé de brazos al tiempo que enarcaba una ceja.

—Eso no ha sonado demasiado convincente.

—No, ¿verdad? Aún está en proceso, pero me estoy asegurando de encontrar un modo seguro de salir de aquí. Y hablando de seguridad...

Alzó una bolsa de tela que, al agitarla, tintineo de un modo que casi me hizo saltar de alegría. La abrió para mostrarme su contenido, que no era otro que un montón de pequeños espejos redondos. La magia pegó un vuelco dentro de mí, como quien lleva mucho tiempo sumergido y sale a la superficie a tomar aire.

—... he pasado por la tienda y pensé que podrías necesitar algunos de estos.

—¡Madre mía! ¡Gracias, gracias!

Saqué dos de la bolsa, y al segundo de verme reflejada mi reflejo se metamorfoseó y me sonrió exultante. Nada más verlo fue como si algo encajara, y exhalé un prolongado suspiro de alivio. Sí, puede que me hubiera vuelto dependiente de esa magia, pero no estaba dispuesta a arrepentirme de tal cosa. Llevaba días sintiéndome indefensa sin ella, en manos de los Aursong y los mercenarios, y no quería volver a sentirme así. Si la única forma de no hacerlo era usando la oscuridad que el cristal despertaba en mí, que así fuera. Sería bruja en todos los sentidos si era necesario.

—¿Cómo es que tienes tantos?

El reflejo de la Reina: ExilioWhere stories live. Discover now