Capítulo 15

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Reinó el silencio en el claro plagado de cadáveres de madera, hasta que el general soltó una carcajada poco espontánea.

—¿A qué viene esto? ¿Por qué ese repentino interés?

—¿Necesito una razón? Se trata de mi padre.

—Nunca ha parecido importarte lo más mínimo.

—¿Qué sabréis vos? La única vez que os pregunté por él, recibí un castigo.

Fyodor torció el gesto, así que insistí.

—Mi padre es la causa de todo esto, ¿no? Él era el elegido. Quiero saber quién era.

Scilla corrió a cubrir los espejos, pero, al observarla por el rabillo del ojo, noté que estaba tensa. Sus labios formaban una fina línea, y las manos le temblaban mientras sostenía las telas.

—Quizá Scilla podría responderme.

Ella pegó un respingo y me miró con los ojos como platos.

—¿Q-Qué?

—Mi pregunta parece haberte incomodado.

—No digas tonterías —carraspeó, evitando la mirada recriminatoria que el general le lanzó. Fruncí el ceño.

—Negaros a responder a mi pregunta sólo me indica que hay algo que no queréis que sepa.

Fyodor dejó escapar algo entre un gruñido y un suspiro.

—No hay nada que merezca la pena saber. No era nadie especial.

Si mi hipótesis era cierta, se equivocaba, porque especial era la palabra que mejor describía al Hombre de los Sueños.

—Pero era alguien.

—Evidentemente.

—¿Entonces?

Él se quedó callado, e hizo un gesto a Scilla para que me quitara los grilletes. Una vez estuve libre, dijo:

—Era un tipo más bien simple. Hijo de una familia acomodada, un soldado del rey Honir que luchó en la guerra y vivió para contarlo.

—¿Cómo era? —Estaba ansiosa porque siguiera hablando. Era lo mismo que Eneas había dicho durante aquella celebración, pero quería oírlo de todos modos.

—No lo recuerdo. No lo conocía demasiado. Al principio parecía un buen hombre, pero luego nos traicionó.

—Eso es mentira —repliqué. Había creído eso toda mi vida, pero ya no lo hacía, me negaba a hacerlo.

—Es la verdad. ¿Qué habrías preferido que te dijera? ¿Te habías hecho la ilusión de que tu padre era un gran hombre, un héroe? Era un cobarde que traicionó a su reino, que podría haber provocado el fin de la Insurrección.

—Quizá tuviera razones.

—¡Razones! Nada más que simple cobardía, niña. Créeme, lo habría preferido. Si la Reina no lo hubiera ejecutado, yo no habría tenido que cargar contigo todos estos años.

¿Furya... había matado a mi padre?

Debí habérmelo imaginado a aquellas alturas pero escucharlo decir me afectó más de lo que esperaba. La vergüenza me invadió. Pues claro que ella lo había matado. De no ser por la Reina Furya, ahora yo tendría un padre, estaría en Ethryant, no sería la elegida de ninguna profecía, auténtica o no. Todo era su culpa, ella era la villana de esta historia,  por mucho que una parte de mí, una parte seguramente corrompida por la magia, la admirara. ¿De verdad era esa mujer a la que quería parecerme?

El reflejo de la Reina: ExilioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora