Capítulo 31

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—Vaya, has vuelto. ¿Disfrutaste de tener a toda la isla muerta de preocupación por ti?

—Hola, Scilla.

—¿Te has divertido confraternizando con traidores?

—Cierra la boca.

El rostro destrozado de la mujer estaba henchido de una retorcida satisfacción, las manos en las caderas con actitud de superioridad. Estábamos de vuelta en aquel espantoso claro, rodeadas por espejos cubiertos por sábanas. Y pensar que sólo un par de días atrás creía que no iba a volver allí, ni verla a ella.

—A partir de ahora no pienso tolerar la más mínima insolencia por tu parte, ¿entendido?

—Espera sentada.

—Me he enterado del trato que has hecho con su alteza.

—¿Y qué?

—Si te atreves a pasarte de la raya, pienso contárselo al general y al príncipe, y hacer que ejecuten a tu amante el espía.

Apreté los dientes hasta que noté las sienes palpitarme.

—Estás contenta, ¿verdad?

—Apuesto que no tanto como tú haciéndonos creer que estabas secuestrada y en manos del enemigo, lo cuál te habría pasado si no llegan a encontrarte.

Con cada palabra que salía de esos labios rotos me enfurecía más, así que avancé hacia el taburete en el centro del claro. Otra vez había maniquíes cerca de los espejos, dudaba mucho que ninguno de los soldados volviera a ofrecerse voluntario después de que uno de los últimos acabara con un brazo en cabestrillo.

Al volver a esa vida, había vuelto a una certeza que me había perseguido durante meses. Esa gente iba a enviarme a morir, no me cabía ninguna duda. Si la mejor preparación que iba a recibir contra soldados de élite y brujas imposiblemente poderosas era desarmar muñecos, no sabía cuánto duraría en un campo de batalla de verdad, pero lo que estaba claro era que no mucho. No tenía ninguna posibilidad de vencer a la Reina o la Princesa, era inconcebible que alguien tan débil e inexperta lo consiguiera. Cuando había estado con Lokih, había rozado la esperanza al de que mi existencia ya no tuviera fecha límite, pero ahora veía que nada iba a poder salvarme de morir por la Insurrección.

—Más te vale esforzarte a partir de ahora, la guerra está más cerca de lo que habíamos planeado.

Cerré los ojos un segundo en un intento de tranquilizarme nada eficaz.

—Ahora que Furya sabe de la existencia de Cavintosh, tenemos que asegurarnos de ser los primeros en atacar. No vamos a permitir que los asquerosos ethryn nos lleven ventaja, que se aprovechen de nosotros.

—¿De verdad te parece que lo que me has enseñado es suficiente para que gane una guerra?

Ella no me había enseñado prácticamente nada, todo lo que había aprendido lo había hecho por mi cuenta.

—¡Eres una bruja! ¡Eres más poderosa que ninguno de los soldados de Ethryant!

—Sí, pero no creo que eso me sirva de nada si no sé cómo usar ese poder.

—Si aún no sabes usarlo, es porque no te esfuerzas lo suficiente y no te tomas nada de lo que hacemos por ti en serio. Eso es lo que eres, una perezosa y una desagradecida, pero voy a asegurarme de que nuestros hombres no pierdan la guerra por tu culpa.

Claro, la guerra podía irse al garete por mi culpa. La idea no debería parecerme tan consoladora.

—Vas a repetir el ejercicio que llevas haciendo los últimos entrenamientos: quiero que los desarmes y los derribes a todos, ¿entendido?

El reflejo de la Reina: ExilioWhere stories live. Discover now