Capítulo 35

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Nunca sabré cuánto tiempo nos quedamos mirándonos la una a la otra, comparando nuestros rasgos para confirmar una y otra vez que eran iguales. Era como contemplar mi reflejo oscuro, sólo que en aquella ocasión estaba delante de mí, alzando el rostro, retadora, con el corazón de Scilla todavía en la mano.

Lokih, al verme, hizo ademán de acercarse a mí, pero Furya lo detuvo alzando una mano.

—Persephone.

Se acercó a mí, vacilante, como queriendo analizar mi reacción. Ni siquiera me vi capaz de retroceder, me quedé en el sitio, alternando la mirada entre las dos. La Reina aparentaba menos edad de la que tenía, apenas había un par de arrugas en sus pálidas facciones, tan suaves y delicadas que me hicieron pensar en un ángel, algo irónico teniendo en cuenta las cosas que esa mujer había hecho. Me sorprendí al descubrir algo de esos rasgos en los míos propios y en los de Hecathe, aunque ella se parecía más a mí... y al Hombre de los Sueños.

Aquello no podía estar pasando.

Eso me dije a mí misma cuando una de las manos de Furya me acarició la mejilla con una ternura completamente desesperada.

—Te he buscado durante muchos años, mi niña. Apenas puedo creerme que por fin te tenga delante.

Permanecí en silencio cuando se volvió hacia el resto de los presentes y anunció:

—Diecisiete años hemos pasado dando caza a la Insurrección, y al fin hemos recuperado lo que me arrebataron hace tanto tiempo.

Volvió a mirarme, y en sus ojos metálicos pude apreciar euforia, triunfo y algo levemente parecido al amor, pero eso era... imposible.

—Mi hija, la tercera bruja, y legítima heredera del trono de Ethryant, ¡la Princesa Persephone Rosaline Lovescar ha regresado!

Los aplausos que llenaron la sala del trono fueron mucho más potentes de lo que lo habían sido después de la ejecución de la mujer cuyo cuerpo aún yacía delante mía. Los escuché como si vinieran de un lugar muy lejano, no pude pensar en ello cuando la Reina, la Reina Furya, la bruja conquistadora y la tirana ethryn, me rodeó con los brazos y me estrechó contra sí.

Tan pronto como lo hizo, fue como si algo se retorciera dentro de mí, algo que no tenía nada que ver con la magia, y, cuando acabó, me encontré con que algo había encajado, una pieza en un rompecabezas tan enorme y abrumador que trastabillé para apartarme de ella.

Detrás de ella, Hecathe permanecía inmóvil Ya había tirado al suelo el corazón, y me observaba con una expresión tan inescrutable que me dieron ganas de encogerme, aterrada. —No, no es posible...

Si lo era, todo iba a cambiar. Porque significaría que yo era... que ellas eran... simplemente era imposible.

—Lo es, hija mía. Soy tu madre.

—No, no es verdad.

—Llevo buscándote desde que Aursong te secuestró hace diecisiete años.

—Es mentira.

—Mira a Hecathe, mira a tu gemela.

¿Gemela? ¡¿Gemela?!

—Eres mi hija, eres su hermana, y eres la Princesa, Persephone.

—No...

—He luchado todo este tiempo para traerte a casa, a donde perteneces, y cada segundo ha merecido la pena. Ahora estás aquí, con tu familia, y ningún insurrecto va a volver a amenazarte nunca más.

La voz de Furya, a pesar de ser completamente firme, tenía una nota cálida, maternal. Era así como Gracelie había hablado a Clariess durante toda su vida, como yo había soñado desde que tenía memoria que alguien me hablara, era la voz que siempre le había dado a la madre imaginaria con la que había fantaseado durante años de soledad.

El reflejo de la Reina: ExilioWhere stories live. Discover now