Parejas de héroes | 40

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Plagga devoraba una porción de queso tras otra con toda tranquilidad, a diferencia de Adrien, de quien oía pisadas incesantes.

—Algo me falta.

—¿Qué? —preguntó Plagga.

—Las cosas que me dijo mi padre no concuerdan con todo.

El rubio se dirigió al escritorio, que estaba lleno de papeles desparramados junto al cuaderno implicado. Se deslizó en la silla giratoria y abrió la última página.

—Mi padre termina el cuaderno en el verano de aquel año. Y mis padres se van de vacaciones juntos por primera vez.

—¿Buscaste el próximo cuaderno?

—No sé si hay un próximo. Tendría que volver al sótano, pero significaría arriesgarme demasiado. Además, no recuerdo haber visto otros cuadernos, solo este.

Dejó caer su espalda en el respaldo de la silla, suspirando dudas, y abandonó la mirada en el gran ventanal.

—¿Por qué crees que mi padre me mintió al principio?

—Pues...

—Tal vez nunca imaginó que lo iba averiguar y no quiere que nadie lo sepa. No entiendo por qué, si ya no tiene el miraculous y no le afectaría en nada.

—Tu padre siempre ha sido un hombre... extraño. Nunca lo imaginé compartiendo sentimientos o historias con otras personas.

—Sí, lo sé... pero no siempre fue así. Antes era más... suelto, divertido. Al menos, más que ahora.

—No te creo. Es que casi no se habla con nadie, salvo Nathalie.

—Eso sí es curioso. Él siempre fue distante con ella, incluso la llamaba "señorita Nathalie". Siento que, ahora, no podría vivir si ella no estuviera aquí. Lo ayuda en todo.

—Es verdad que pasa mucho tiempo con él.

—Nathalie tampoco era tan estricta antes. O al menos así lo recuerdo. Como sea, necesito más respuestas sobre el libro.

—¿Y qué harás?

El rubio se incorporó y buscó su celular, que estaba sobre la cama. Apretó algunas veces la pantalla y lo llevó a su oído.

—Hola, Marinette. ¿Cómo estás? —comenzó— Escucha, ¿quieres venir a casa? Oh, entiendo... De acuerdo, puedo ir yo. Llevaré dinero. ¿Cómo que para qué? Para comprar croissants... Sí, claro que quiero pagarlos. No puedes estar regalándome la comida todos los días. De acuerdo. Te quiero. Voy para allá.

—¿La súper chica te ayudará con este súper misterio familiar?

—Plagga, Marinette y yo nos casaremos, tendremos una casa, tres hijos y un hámster. Así que los misterios familiares también son sus misterios.

—Y yo decía que las chicas se ilusionan rápido...

—Pf, los chicos también tenemos sentimientos. Tal vez no te des cuenta pero ya no estás en el siglo XIX. Ahora vamos, los croissants nos esperan.

...

—¿Entonces te confesó que sí tuvo un miraculous?

—Así es —articuló Adrien con la boca llena.

—¿Y por qué te habrá mentido antes?

El chico se apuró a tragar el bocado para contestar.

—No lo sé. Sólo supongo que se sintió descubierto. Digo, él tenía el secreto guardado bajo llave y no quería que nadie lo supiera... y, si tenemos en cuenta que mi padre es súper reservado y no le gusta la vida social, pues tiene sentido.

La última cartaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora