Medusa | 1

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Allí estaba, una tarde de miércoles, con el codo en apoyado en la mesa y el control remoto en la mano. Pasaba de canal en canal sin encontrar nada interesante.

—¿Quieres poner algo? —ofreció a su madre, extendiéndole el pequeño aparato. Sabine lo tomó y sintonizó el canal de la ciudad.

—Entonces, señorita Bourgeois, ¿ha experimentado una sensación similar alguna vez? —preguntó la entrevistadora. Se mostraba a su compañera sentada en el sillón rojo del estudio con un micrófono cerca de la boca.

—La verdad, no. He ido a muchas fiestas lujosas, pero la inauguración del quinto hotel de mi papi no ocurre todos los días. Para mis admiradores, pueden ver todo la información exclusiva del evento en mi blog —explicó. Marinette suspiró impaciente por las palabras huecas de Chloe.

—Bien —siguió Nadja—, no es un secreto tu fanatismo por Ladybug —dijo.

Esas palabras le llamaron la atención, al mismo tiempo que una pequeña imagen de la heroína aparecía en la esquina superior de la pantalla.
Tomó el control que estaba sobre la mesa y subió el volumen.

—Ah, sí. Ella es increíble, diría que somos amigas. Me ha salvado muchas veces. Si estás viendo esto, Ladybug, quiero saludarte.

—¿Es usual en ella trabajar junto a Chat Noir?

—Por supuesto, casi siempre están juntos. Hasta podría afirmar que son pareja —comentó.

No podía ser verdad.
¿Acaso se atrevía a decir algo así en televisión? No era cierto, no tenía evidencia alguna y esas simples palabras que acababa de decir sin pensar causarían un escándalo.

De inmediato el titular cambió de "entrevista a Chloe Bourgeois" a "Ladybug y Chat Noir son pareja".

Ese era el problema de que una persona totalmente irresponsable tuviera tanta influencia.

Se resignó a la humillación pública y dejó caer su cabeza en el tazón de cereal.

—¿Y han confirmado que son pareja?

—Bueno... no, sólo lo supuse. Pero concentrémonos en mí —aclaró, obrando con su egocentrismo. Y para su alivio volvieron a cambiar el titular.

—Bien, hablando de romances. Sabemos que tienes una estrecha relación con Adrien Agreste, el hijo del famoso diseñador.

—¿Adrien?

—¿Son ciertos los rumores de que entre ustedes hay... algo más que una amistad? —preguntó.

Marinette aferró la cuchara que tenía en la mano y dirigió todos sus sentidos a la respuesta.

Chloe también parecía nerviosa. Era claro que la pregunta la había tomado de imprevisto y no estaba segura de qué contestar.

—En realidad... no. Nos conocemos desde niños y no descartaría que pueda haber un romance porque, claro, soy fabulosa. Ah, y él también. Pero no ahora. Somos buenos amigos —respondió.

Esas palabras la sorprendieron, estaban llenas de sentido. Era lo más maduro, coherente y sensato que le había oído decir —aunque obvio tenía algunos toques suyos— y ella no se destacaba por presentar esas cualidades.

Se sintió satisfecha con lo que había visto y se incorporó.

—Ya terminé, mamá. Voy a casa de Alya —anunció y tomó el bolso que Sabine había dejado sobre una silla.

—Avísame cuando llegues, cariño.

—Claro, vuelvo más tarde —se despidió e hizo sonar la campana de la puerta al salir.

La última cartaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora