Jugando a los espías | 11

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La secretaria de dirección corrió algunos papeles que estaban sobre el escritorio y apoyó una carpeta plástica de ganchos.

—Este es el registro. Como hoy es el último día... puede que no quede lugar en la actividad que tú quieras. Pero te deseo suerte —explicó la mujer de peinado tirante.

—Gracias.

Ella curvó sus labios uva pintados en una sonrisa amable y cerró la puerta al salir.

Marinette levantó la tapa de la carpeta y encontró la primera planilla de inscripción.
Club de ajedrez, club de álgebra, de audiovisión...
Pasó varias páginas para llegar a la letra D.

Club de dibujo

Ese era el que buscaba. Tomó el bolígrafo y recorrió la lista hasta llegar al último espacio, pero se decepcionó al ver que estaba completo. Los cincuenta lugares ya habían sido ocupados.

—¿Qué sucede? —preguntó Tikki, saliendo de su bolso.

—Ya no queda espacio. Eso me pasa por ser tan distraída. Por estar pensando en Adrien y todo ese asunto... olvidé inscribirme.

—Bueno, debe haber otro que te interese. Fíjate.

Le hizo caso a su pequeña amiga y pasó página por página, aunque las actividades que más le llamaban la atención ya estaban completas.

—Tal parece que lo más interesante ahora es el club de álgebra —comentó, mirando firmemente la planilla.

Volvió a tomar el bolígrafo, escribió su nombre en el último espacio y firmó al costado antes de cerrar el registro.

Al salir se topó con el director Damocles, quien entraba hablando por teléfono muy efusivo y haciendo gestos con los brazos.

—¡Claro que tendría que haber asistido! La reunión de socios sólo se realiza dos veces al año... —exclamó.

Prefirió no interrumpir y cruzó la puerta, oyendo sus gritos cada vez más débiles.

—Marinette —llamó Nino desde un rincón, quien estaba en compañía de Adrien disfrutando del recreo.

—Hola, chicos —dijo, sentándose en el piso junto a ellos.

—¿Qué sucede? ¿Por qué estabas en la dirección?

—Por las inscripciones.

—¿No cerraron? —preguntó el rubio.

—Hoy es el último día. Y no pude entrar al club de dibujo.

—Oh, lo lamento.

—Sí... Debí haberme anotado antes, pero estuve tan distraída con... cosas, que lo olvidé.

—¿Y a cuál entraste? —preguntó Nino.

—Al de álgebra.

—Bueno, no suena a que sea el más interesante... pero te servirá para los exámenes finales de matemática.

—Sí, es verdad. Esas clases de álgebra te darán ventaja para las curriculares. Si quieres te ayudo en lo que pueda.

—¿Sí?

—No soy un experto en las matemáticas... pero tengo buenas calificaciones, y quizás pueda ayudarte en algo.

—¿Harías eso?

—Por supuesto, Marinette. Tú siempre me ayudas, creo que es mi turno. Es lo que hacen los amigos, ¿no?

—Gracias...

La última cartaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora