Soñando despierto | 10

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El sol comenzaba a descender frente a la Torre Eiffel, y Ladybug se sentó a esperar en el tejado de la casa abandonada.
Vio una sombra negra balanceándose en el horizonte y al instante la reconoció.

Chat Noir aterrizó sonriente de cuclillas frente a ella y le guiñó un ojo.

—Hola, Chat. ¿Vienes con mucho que contarme sobre el desfile?

—Sí, tu idea fue fantástica. Fueron mis amigas, y me sentí mucho mejor sabiendo que estaban ahí.

—Adoro cuando me dices que mis ideas son buenas.

—Tus ideas son buenas. Siempre lo son.

—Ya lo sé. ¿Y a quiénes invitaste?

—Pues, sólo pude conseguir tres lugares, así que invité a Marinette, Chloe y Alya. Son chicas de mi clase.

—Chloe Bourgeois, mi fan, ¿no?

—Sí. Cuando terminó el desfile, un auto de su padre nos llevó a mi casa y hablamos un rato.

—Hace unas semanas la vi en una entrevista por televisión. Dijo que estábamos saliendo.

—¿Eso dijo? ¿Nosotros dos?

—Sí.

—Oh. Bueno, mañana le diré que no hable por televisión de lo que no está segura.

—No, no, tranquilo. No me molesta. También habló sobre ti y su amistad.

—¿De verdad?

—Sí, puedes ver la entrevista en internet. Pero ya no te distraigo. ¿Qué tal con las otras chicas?

—Bien... invité a Alya porque es amiga de Marinette. Yo sé que no le interesan mucho los desfiles, pero supuse que se divertiría de todas formas.

—Alguna vez me hablaste de esa chica Marinette.

—Ah, sí. Es muy divertida. Su sueño es ser diseñadora. Ella realmente disfrutó el show. Cada vez que habla conmigo sobre sus diseños su cara se ilumina —explicó, con la mirada baja y una sonrisa.

—Te agrada, ¿no?

—Sí, en verdad. La parte más graciosa es que mi padre cree que somos novios —confesó entre risas.

Lejos de encontrarle el chiste, ella casi se ahogó con su propia respiración.

—¡¿Qué?!

—Es una larga historia. Ya tuve que explicarle varias veces que no lo somos, aunque él sigue insistiendo en que me gusta.

—¿Y no te gusta?

—¿Qué? No. Bueno, nunca lo pensé. Es mi amiga y apenas la estoy conociendo.

—Ah, entiendo —respondió, decepcionada. Aunque por otro lado, sabía que tenía el apoyo del señor Agreste.

—¿Por qué nos encontramos aquí?

—La casa está abandonada hace años. Nadie nos encontrará, podemos hablar tranquilos —explicó.

El sol casi tocaba la línea del horizonte, las sombras eran largas y grandes. Chat Noir observaba lo hermosos que eran los ojos de Ladybug cuando la luz del atardecer los atravesaba.

—¿Qué estás viendo? —cuestionó, sonriente.

—Nada. Sólo admiraba lo bella que eres —admitió.

Ella no lograba dejar de sonreír, y gateó hasta sentarse frente a él. Se sentó entre sus piernas y se apoyó de espalda en su pecho.

—¿Qué... haces? —preguntó, un poco nervioso. Nunca le había permitido acercarse tanto, y le resultaba extraño que lo hiciera.

La última cartaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora