Secreto contado | 32

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—Y me dio el permiso, ¿puedes creerlo?

—Sí, Adrien —rio, al otro lado del teléfono.

—Ahora solo me falta llamar a Nino para decirle que iremos todos en mi auto.

—Eso es genial. Estoy emocionada por oír la canción que nos escribió en el álbum.

—Oh, sí. A que no adivinas qué.

—¿Qué?

—Me ofrecieron hacer el acompañamiento de piano.

—¡¿En serio?!

—Lo juro.

—¡Ah, qué bien! Estoy tan orgullosa de ti. Eres como uno de esos aristogatos que tocan el piano —bromeó.

—Mmm... es posible —sonrió.

—Espera, entonces... eso quiere decir que ya sabes la canción.

—Así es.

—Ah, tramposo. ¡Quiero oírla!

—Pero se arruinaría la sorpresa. Además... no quisiste mostrarme la tapa del álbum.

—Es que era un asunto de confidencialidad.

—Pues, también esto.

—Eres rápido, Agreste —sonrió.

—Lo sé. Estaba pensando...

—¿Sí?

—Es que André Bourgeois también irá, y tal vez... Quería invitar a Chloe, pero hace días no puedo hablar con ella.

—¿Cómo?

—La llamo y no contesta, y en la escuela hace todo lo posible por evitarme.

—Sí, lo noté.

—No sé qué cosa mala hice —suspiró—. De verdad.

—No hiciste nada malo, pero...

—¿Tú sabes por qué?

—No. Bueno, algo así. Es decir, no. Lo único que puedo decir es...

—¿Marinette, qué ocurrió?

—Adrien, solo te diré que debes hablar con Chloe.

La solidez de esas palabras lo impactó. Sonaban a que en verdad tenía que hacerlo, cuanto antes pudiera.

—De... de acuerdo.

—Te veo mañana.

—Sí, adiós.

Colgó la llamada y se quedó sentado en la cama.

—Plagga, necesito transformarme.

—¿Qué? ¿Para qué?

—Iré a casa de Chloe, y no puedo pedir que me lleven. Debería estar estudiando ahora.

La última cartaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora