Fiesta en la mansión Agreste | 4

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—Bien, entonces sólo debo convencer a mi padre de dejarme usar la casa —pensó Adrien en voz alta mientras caminaba de un lado a otro en su habitación.

—O podrías hacerlo a mi modo —respondió Plagga.

—¿Te refieres a esperar a que se vaya y convencer a Nathalie? Olvídalo.

—Pues no le encuentro mucha salida a esto, chico.

—Lo sé, ya perdí. No pude completar ni el primer paso, ¿cómo se supone que complete cuatro?

—¿Estás seguro de que leíste bien la nota?

—Sí, Plagga. Si quieres te la leo.

—Por favor —pidió.
Adrien caminó hacia su escritorio, donde había dejado la nota. La tomó entre sus dedos y comenzó a leerla rápidamente.

—Chat Noir, te dejo el primer paso. Puedes organizar una fiesta con los amigos que quieras, pero debes invitar a todas las chicas de tu clase. Trata de hablar con ellas y conocerlas mejor. Espero que la pases muy bien, luego me cuentas cómo ha salido. Con cariño, Ladybug.

—Vaya, es el primero y está difícil.

—Tal vez no sea tan difícil como parece. Sólo debo hablar con mi padre y me dará el permiso.

—Lo haremos al modo de Adrien, entonces.

...

—No.

—Pero sólo sería una pequeña y tranquila reunión, padre. Ni siquiera usaré la planta alta, podemos hacerla aquí en la sala. Por favor.

—¿Por qué de repente se te ocurre hacer una fiesta, hijo?

—Es que... en la escuela no tengo tantos amigos, y pensaba que invitarlos a casa sería una buena forma de acercarme a ellos... —se excusó.

Gabriel se dijo a sí mismo que debía ser más flexible. Después de todo, quería la felicidad de su hijo y eso tenía un pequeño precio.

—Está bien —accedió tocando el puente de su nariz.

—¿Qué?

—Puedes invitar a tus amigos este fin de semana.

—¿De verdad? ¡Gracias! —exclamó emocionado, y le dio un largo abrazo de agradecimiento.

—Con la condición —continuó— de que sólo invites a tus compañeros de clase, y en la planta baja de la casa. A las doce todos deberán irse.

—Claro, padre. Lo prometo.

...

Se abotonó el último botón de su camisa blanca y mantuvo la mirada en el espejo.

No quería aceptarlo, pero estaba nervioso. Esperaba que todo saliera como lo había planeado, lo que era raro, porque él nunca había sido detallista. Realmente se había esforzado, y quería completar ese paso con éxito. El día anterior hasta se había tomado el tiempo de preparar una lista con preguntas y temas de conversación posibles para conocer mejor a sus compañeras y no quedarse en blanco.

Las bisagras rechinaron con la puerta, interrumpiendo sus pensamientos.

—Ya llegaron algunos invitados, Adrien.

—Gracias, Nathalie. En seguida bajo —respondió.
Se roció perfume, acomodó por última vez su cabello y salió, listo para iniciarlo todo.

Mientras descendía las escaleras, se dedicó a observar con detenimiento la decoración de la sala.
Las mesas posicionadas en ambos extremos del lugar, la gran cantidad de vasos de plástico acomodados en círculo, y la variedad de bebidas en los dispensadores. No era demasiado formal, pero le resultaba inusual encontrar la eternamente silenciosa y vacía sala de su casa ocupada por sus amigos, con música inundando cada rincón.

La última cartaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora