La curiosidad mató al gato | 2

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Era Adrien.
Se negó a creerlo al principio, se refregó los párpados, se corrió el pelo de la frente, se pellizcó un par de veces, pero no había caso. Sus ojos no mentían.

Era Adrien, ese chico tan familiar, con los mismos jeans y la camisa negra a rayas. El mismo chico humilde, de ojos verdes, de voz serena y muy diferente a la de Chat Noir.

Una luz verde con destellos y Chat Noir ya estaba listo para volver a la acción. Marinette pensó en salir corriendo de allí antes de que la viera, pero ya no había tiempo y resultaría muy sospechoso. Sólo fingió ser una chica común pasando por el lugar de pura casualidad.

—¡Marinette! Digo... Ese es tu nombre, ¿cierto?

—¿Chat Noir? E-eh...

—Busco a Ladybug, seguro quiere verme. ¿La viste?

—Eh... no, quiero decir sí, la vi pasando por el aire y luego la tapó el techo de esa casa.

—¿Terminó la misión sin mí? En ese caso debo irme. Bonne après-midi! —dijo, clavó su bastón en el cemento y saltó entre las chimeneas.

...

Marinette dejaba que el césped del parque le acariciara la piel mientras estaba recostada. Tenía la mirada perdida en el cielo, haciendo que el reflejo celeste se intercalara con sus ojos.

—Sólo no puedo creer lo que pasó.

—Tranquila, sabíamos que esto pasaría algún día...

—No, Tikki. Esto no debía pasar. ¡Esto no debía pasar! Es un desastre. Oh, ¡esto es malo! —exclamó, sentándose de golpe.

—¿Qué pasa?

—Fu. Él, él me dijo que no nos reveláramos, ¡va a matarme cuando lo sepa!

—No exageres, Marinette.

—¿Qué tal si decide que no puedo...? Oh, no —susurró cubriéndose la boca con ambas manos y con la mirada llena de terror—. Podría quitarme el miraculous.

—¿Y por qué haría eso?

—Porque si yo sé quién es mi compañero, ya no puedo seguir siéndolo... O tal vez peor, ¡él tendría que devolver el suyo! Ya que yo conozco su identidad, seríamos reemplazados por otros portadores, unos que no se conozcan. Toda nuestra vida se echaría a perder, y yo sería la única culpable.

—¿Y cuándo se estrena la película?

—¿Qué película?

—La que acabas de crear en tu cabeza, Marinette. Si estás tan preocupada, ¿por qué no hablas con el Maestro?

—Ni loca, ¿qué tal si se enoja por mi total falta de responsabilidad?

—Te aseguro que él resolverá todos tus problemas. Es una persona de lo más comprensiva y entenderá.

—No iré. Además, ¡¿cómo voy a mirar a Chat... Adrien?! Ah, no sé. Es increíble que él sea... Ya la verdad ni sé quién es.

—Es la misma persona, Marinette.

—Pero no puedo juntarlos.
Uno es presumido, valiente y empecinado; y el otro dulce, comprensivo y encantador.

La última cartaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora