CAPÍTULO 13

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Fuck up the friendship – Leah Kate

—¿Te marchas a las doce? —se burló Antón—. ¿Cómo la cenicienta?

Puse los ojos en blanco, disimulando una sonrisa divertida.

—Mi mamá me pone hora de llegada —comenté con tono sarcástico.

—Ya, claro. —Antón soltó una risotada, echando la cabeza atrás.

Su muslo estaba cerca de rozar el mío de forma peligrosa. Ambos estábamos sentados en uno de los sofás; Delia se encontraba al otro lado de mí, riendo con nuestra conversación. Rebecca estaba tirada en el suelo junto a nuestros pies, tecleando cosas en su teléfono; la manta negra que era su pelo estaba desperdigada por la moqueta.

Mi mirada se deslizó hacia una parte concreta del salón. Rubén y Mateo estaban hablando con dos chicas que parecían realmente interesadas en meterles la lengua hasta la garganta si se despistaban lo suficiente. Mateo se mantenía distendido, charlando de forma animada con ellas. Rubén tenía el rostro circunspecto, aunque de vez en cuando se le escapaba alguna media sonrisa.

Había descubierto la razón por la que a las mujeres nos llamaba más la atención este tipo de hombres antes que cualquier otro. Un tío serio que no sonreía ni a hostias nos mantenía lo suficientemente intrigadas como para tratar de ir más allá. Era un reto para nosotras. Nos interesaba tanto que íbamos detrás hasta que lográramos sacarle alguna estúpida sonrisa, y luego nos dejaba de interesar tan rápido como nos habíamos enganchado. En el mejor de los casos, claro. En el peor... se volvía una dinámica tóxica.

Cuando mis ojos recayeron sobre Delia, la pillé observándolos. La di un ligero codazo para llamar su atención.

—Lánzate —susurré acercándome a ella.

Las señales de que Delia se moría por ese tío eran tan claras como el agua cristalina. Que Mateo no se hubiera dado cuenta radicaba exclusivamente en que era un tío, así que no íbamos a juzgarle. Los tíos nunca se daban cuenta de esas cosas, aunque lo tuvieran delante de sus malditas narices.

Delia me sonrió con derrota, negando con la cabeza mientras acercaba el cubata a sus labios.

—Es complicado.

La frase estrella para definir un claro: a los dos nos acojona.

—Ya... —Alargué la palabra, acomodándome en el sofá y volviendo a mirar a los chicos.

Delia me dio un codazo a mí.

—No es ninguna excusa barata para nuestra falta de compromiso, que sé por dónde estás yendo.

—Lo has dicho tú, no yo. —Elevé una mano a modo de exculpación.

Ella puso los ojos en blanco con una sonrisa, volviendo a mirar a Mateo.

—¿Pero habéis follado y no os habéis entendido a nivel términos? —La curiosidad comenzó a brotar en mi interior—. ¿O qué?

—No hemos follado. —Y en su tono se notó un claro fastidio—. Y no ha sido por falta de ganas. Es solo que... él busca una serie de cosas en las mujeres que yo no puedo concederle.

Fruncí el ceño, casi atragantándome con el sorbo que le había dado a mi cubata, y me volví hacia ella. Delia rio y procedió a aclarar:

—No pienses en cosas machistas. —Introdujo el dedo meñique en el vaso, que se había colocado sobre su regazo, y dio vueltas al contenido. Los hielos repiquetearon contra el cristal—. Él busca una relación, y yo no.

—Así que eres tú la del miedo al compromiso —la dije, comenzado a esbozar una ligera sonrisa de burla.

Ella me miró de soslayo, lo que casi me produjo una carcajada auténtica.

Mi Condena [Bilogía Condenados I] (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora