CAPÍTULO 25

1.3K 106 16
                                    

Miss me? – Kordhell

Rubén conducía a toda velocidad hacia el polígono. Agradecí que fuera bien entrada la noche, cuando apenas había vehículos y escasa vigilancia. De lo contrario, Rubén habría acumulado una cantidad de multas de tráfico bastante interesantes. Abriendo el parasol y el espejo diminuto del mismo, traté de acicalarme lo máximo posible.

Iba a encontrarme con un mafioso desconocido y seguramente la hostia de peligroso después de haber tenido uno de los mejores polvos de mi vida.

De acuerdo, retiro eso.

No iba a darle esa satisfacción al capullo de Rubén Soto. Pero joder... qué bien había estado. Y eso que había sido un polvo rápido, habiéndonos dejado llevar por la excitación momentánea. No recordaba haber disfrutado tanto de un polvo nunca en mi vida. Ni siquiera con Jaime llegaron a ser tan fogosos como lo que acabábamos de compartir. Y supe que estaba en un lío gordo de cojones... porque podía volverme adicta a eso. Adicta a las sensaciones que él podía provocarme. Adicta a él. Que no hubiera sentido una excitación tan intensa ni un orgasmo tan placentero antes con ningún otro tío que no fuese Rubén era un jodido problema.

Dentro de todos los que tenía, primero decidí centrarme en el que teníamos por delante: engañar y secuestrar a un tipo que trabajaba para Coppola y sonsacarle información.

No habíamos hablado nada desde nuestro polvo. Me había colocado el vestido correctamente de nuevo, me había sentado en mi lado del vehículo y habíamos conducido hasta aquí. Tampoco teníamos que decir nada; había sido un polvo rápido, alentado por la excitación del momento, y punto. Sin embargo... lo intenté, pero no pude contenerme.

—¿A qué ha venido lo de no besar durante el sexo?

Cerré el parasol, acomodándome el pelo de tal forma que se notara lo menos posible lo que había sucedido en ese coche. No me giré para mirarlo, y él tampoco lo hizo.

—No beso a no ser que seas mi pareja —contestó, escueto—. Follar puedo follarme a quien me dé la gana, pero eso está reservado a la persona con la que decida compartir mi vida.

Se me escapó una carcajada, acomodándome en el asiento.

—Vaya estupidez.

—Bueno, es mi estupidez —me dijo él, claramente molesto.

Le miré, por primera vez desde que nos habíamos acostado. Conducía con una mano extendida al frente, los ojos fijos en la carretera... y ese músculo moviéndose en su mandíbula de nuevo. Chasqueé la lengua, apartando la mirada hacia la ventanilla.

—No hagas eso, por favor. —Cruzándome de brazos, apoyé la cabeza en la ventana—. Solo me dan ganas de morderlo.

Rubén apartó la mirada de mí unos cortos segundos.

—¿El qué? —preguntó, confundido.

—Apretar la mandíbula —clarifiqué, poniéndome un mechón de pelo tras la oreja—. Te sale un músculo muy sexi que me dan ganas de mordisquear.

Con el rabillo del ojo, le vi sonreír de medio lado.

—Así que eso es lo que me has mordido mientras follábamos, ¿eh?

Bufé con desagrado, pulsando el botón que abría la ventanilla. Él rio bajo, y yo cerré los ojos mientras sentía el frío impactar en mi rostro. Fue un débil intento por reducir el calor que volvía a bullir en mi bajo vientre al escucharle reír. Era demasiado, y el polvo que habíamos compartido, lejos de apaciguar mi deseo... me había sabido a poco. Me había dado cuenta de que necesitaba más, porque mi sed de él era abrumadora.

Mi Condena [Bilogía Condenados I] (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora