CAPÍTULO 17

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Motive – Ariana Grande

Pasé todo el fin de semana encerrada en mi casa. Después de que Rubén me dejara en la puerta de mi portal tras el viaje más largo e incómodo de mi vida, me atrincheré en mi cuarto. Era de madrugada y traté de no hacer mucho ruido; no descansé mucho, sin embargo. Una llamada insistente de mi padre me sacó de mi plácido sueño para llamarme incompetente, después de haber soltado una retahíla de insultos que dejaba más que claro lo cabreado que estaba conmigo y con mi mala gestión del asunto.

Él no pareció entender que yo no era la culpable de toda esta puta situación. Él había incumplido su acuerdo de mierda y querían llevarme a mí como compensación por la falta de kilos de droga en el maletín. Y llamadme loca... pero no tenía pensado hacerme un viajecito a Asia como prostituta o a donde mierdas me quisieran llevar. Y si para ello tenía que huir del lugar con el contrabando, lo iba a hacer. Al menos no había dejado allí el maletín, así que podía darse con un canto en los dientes por eso. Si mi padre entendía mi punto o no, me importaba una mierda.

El único motivo por el que seguía allí, haciendo su puto trabajo sucio, era porque me tenía cogida bien por los huevos.

Después de esa llamada tensa, decidí que necesitaba una desconexión del mundo. Guardé bien el maletín bajo mi cama, bien al fondo, y me limité a adelantar apuntes de clase y pasar a limpio otros tantos. También leí, intentando buscar una abstracción del mundo de mierda en el que vivía, y me ayudó bastante.

Delia me llamó el sábado para salir, pero lo rechacé de forma deliberada. A la décima llamada y un intento de asalto en mi propiedad, le expliqué que no tenía cuerpo para fiestas. Me inventé alguna excusa vaga y pobre relacionada con Jaime y pareció suficiente. Estuve tentada de llamar a Alba incluso... pero quería desconectar de ese ambiente. Y ella, lamentablemente, estaba en el foco principal del problema del que quería desconectar.

Afronté el lunes con algo más de perspectiva. Según mi padre, gestionaría el «incidente» de la manera más rápida posible para que pudiese entregar el maletín cuanto antes. Le corría bastante prisa, a juzgar por el tono irritado en su voz durante la conversación que tuvimos. En una persona normal, diría que estaría tenso o nervioso. Pero mi padre no sentía esas emociones; a él le irritaba la incompetencia, que salieran mal los planes perfectamente hilados que tardaba en realizar. El motivo por el que no estaba en una cuneta con un tiro en la sien era única y exclusivamente porque era su hija.

Mi padre me había dicho que en cuanto quedara cerrada otra fecha, me avisaría para que hiciera la entrega. Por mí perfecto, dormir con diez kilos de droga y dos AK-47 bajo la cama no era especialmente cómodo para mí, por no hablar de que mi madre o mi tía podían descubrirlo con facilidad. Eso sí sería un problema difícil de gestionar.

Bajé del bus y caminé hasta el interior de la facultad, soltando una nube de vaho sobre mis manos ahuecadas. El calor me golpeó el rostro, templándomelo, y casi solté un suspiro de alivio. El frío comenzaba a acrecentarse por esos meses y se hacía notar demasiado. Ni siquiera era octubre y ya era insoportable, por no hablar de la humedad. Caía sobre ti como un manto helado que no hacía más que aumentar la sensación de frío. Había vivido toda mi vida en Madrid, y no estaba acostumbrada a esas temperaturas. Ya había hecho un pedido de dos abrigos más gordos, sabía que los necesitaría.

Me dirigí hacia la cafetería de la facultad y pedí un café solo, bien cargado. Necesitaba cafeína en mis venas si quería ser persona ese lunes. Me lo bebí de camino, dirigiéndome a la clase de Literatura Moderna, una asignatura optativa que, al parecer, solo había cogido yo. Cuando entré en la clase, hice un barrido con la vista en busca de alguien conocido. No había nadie, ni siquiera Rubén —que era evidente, viniendo de un formalista como él. No cursaría literaturas que no fueran las de sus clásicos de mierda—, así que me limité a sentarme entre las filas del medio, apurando lo que quedaba de mi café en el vaso. La clase no estaba muy llena, pero era más gente de la esperada. Sinceramente, llegué a creer que estaría yo sola.

Mi Condena [Bilogía Condenados I] (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora