CAPÍTULO 44

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Where are you – Elvis Drew

Alargué la mano hacia el teléfono con dudas, temiendo que fuera la persona equivocada. Solo me interesaba escuchar la voz de Marco en estos momentos, y algo me decía que no era él quien llamaba. Rubén se volvió hacia mí, mirándome sin comentar nada. Le devolví la mirada, cogiendo el móvil de la cama.

—Si es Marco con los nombres del círculo interno de Coppola, es importante.

Rubén dejó el condón que había sacado del cajón sobre la mesa, apoyándose de brazos cruzados contra ella.

—Si es él, llamará luego.

Había tanto anhelo y hambre de mí en su voz y su mirada, que ni siquiera supe explicarme a mí misma como el móvil no se escurrió de entre mis manos.

—Si es él, la llamada durará menos de un minuto. —Descolgué, llevándome el aparato a la oreja con el pulso disparado.

Solo esperaba que no fuera...

—Hola, Oli. —Su voz sonó derrotada al otro lado de la línea, como si tuviera un agotamiento inaguantable sobre sus hombros—. Dios, no debería estar haciendo esto.

—¿Jaime? —Entrecerré los ojos, arrugando mi rostro en una mueca de incomprensión.

—Ah, no. —Rubén soltó una risa baja, descruzándose de brazos y caminando hacia mí—. De eso nada.

Extendí un dedo en su dirección, advirtiéndole con la mirada que no diera ni un paso más. Le creía muy capaz de quitarme el móvil y colgar, cosa que volvería aún más irracional a Jaime. Y me apetecía follar con Rubén esa noche, no tener a Jaime dando por culo.

—Lo siento, muñeca. —Jaime soltó un suspiro exhausto—. Sé que no tengo que llamarte. Que necesitas espacio, pero... la hostia, cómo te echo de menos.

El nudo que arraigó en mi garganta estuvo cerca de impedir que el aire llegara a mis pulmones. Rubén estaba a una distancia prudencial de mí, su respiración superficial y sus hombros tan tensos como sus facciones.

—Jaime, ¿estás borracho? —pregunté, frunciendo el ceño con una ligera preocupación estallando en mi pecho.

Que usara el mote que siempre me había puesto ya me daba a entender muchas cosas, sobre todo después de que le exigiera que no volviera a denominarme así bajo ningún concepto.

—Eh... solo un poco. —Sonaba agotado, quizás algo ido, pero podía asegurar con bastante firmeza que era más lo primero—. Tu padre tenía una botella de tequila que iba a tirar, y no es plan de ir desperdiciando alcohol por ahí. Estoy apurando la botella.

Cerré los ojos, inspirando hondo para calmar mi acelerado pulso. De reojo, pude comprobar que Rubén seguía inmóvil, a dos pasos de la cama.

—Vale, tranquilo. —Estaba borracho, no tenía intenciones de discutir con él en ese estado. Jaime solo se emborrachaba por un motivo concreto, independientemente de la situación que estuviera viviendo: cuando todo le sobrepasaba—. Colgamos el teléfono y olvidamos que esta conversación se ha dado.

—No, Oli —musitó, casi cortándome—. No me cuelgues, por favor.

Solté un suspiro fuerte, esta vez algo hastiada. No quería contestarle mal, porque a pesar de todo lo que había sucedido entre nosotros, quedaban cosas buenas de nuestra relación en mi memoria. Pero Jaime comenzaba a ser un lastre, la sombra de mi pasado que me perseguía y acechaba, que me recordaba de forma constante que no iba a librarme nunca de ella.

—¿Qué quieres, Jaime?

—Verte —se apresuró a contestar, sin dudar ni una décima de segundo—. Puedo coger el jet y estoy allí mañana en una hora.

Mi Condena [Bilogía Condenados I] (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora