CAPÍTULO 36

1.2K 98 19
                                    

Love Me Again – John Newman

Casi me puse una medalla propia por no haber caído en un ataque de pánico allí mismo.

Casi.

Porque la forma en la que mi corazón latía acelerado, la manera en la que el aire parecía encajarse en algún lugar de mi pecho y se perdía sin posibilidad de llegar a su destino, era indicio de que no lo estaba consiguiendo del todo. Estaba tratando de centrar toda mi atención en la carretera, pobremente iluminada por los focos del coche, para evitar rememorar las imágenes en mi cabeza. Me estaba forzando a superar mi pánico y la ansiedad que eso generaba siempre que había una situación de ese estilo.

Mi pierna comenzó a temblar, siendo una vía de escape para todo el nerviosismo que iba apoderándose de mi cuerpo. La carretera, el bosque alrededor nuestro... tenía que fijarme en algo de eso para mantener distraída a mi mente. Mi psicóloga me había dicho muchas veces que buscar un estímulo externo ayudaba a que mi cabeza se focalizara en eso, sin dejar paso al desencadenante de mis crisis. Nunca la había puesto en practica porque, cuando la ansiedad llegaba a mí, no era capaz de pensar en otra cosa que el desencadenante. Como si no tuviera el control de lo que sucedía en mi mente.

Pero esta vez no estaba dispuesta a permitir que sucediera lo mismo, otra maldita vez. Así que, antes de que todo se fuera a la mierda, decidí aferrarme al poco control que me quedaba. La carretera y el bosque no parecían ser lo suficientemente interesantes como para que mi mente se centrara en eso. De modo que... lancé un último cartucho desesperado.

—Cuéntame algo.

Rubén, que había tenido toda su atención focalizada en la conducción, se volvió hacia mí unos instantes con el rostro contraído en una mueca de incomprensión.

—¿Qué?

—Sí —insistí, sintiendo la ansiedad rebosar los límites—. Lo que sea... lo que te dé la puta gana. Distráeme.

La mandíbula de Rubén se apretó con tensión, los nudillos de sus manos volviéndose blancos cuando apretó el volante. Íbamos a gran velocidad por esas sinuosas y estrechas carreteras, pero el miedo a morir estrellada apenas hacía mella en mí.

—Vale, eh... —Tragó con fuerza, su atención aún puesta en no empotrar el coche contra uno de los árboles que había junto a la linde de la carretera—. Tengo un hermano mayor, no soy hijo único.

Intenté pasar por alto su tono nervioso y tenso, porque eso no haría más que crisparme a mí, y me centré en sus palabras. Interesarme por el nuevo estímulo y forzar a mi mente a pensar en eso para dejar de lado el desencadenante. Eso había dicho mi psicóloga una vez.

—¿Por qué tienes un hermano? —pregunté antes de pensar si realmente tenía sentido lo que decía.

—¿Por qué tengo un hermano? —repitió Rubén, volviendo su rostro hacia mí con una mueca confusa en su rostro—. ¿Qué mierda de pregunta es esa? Porque mis padres follaron antes de tenerme a mí... ¡qué se yo!

Un coche apareció en sentido contrario, las luces largas deslumbrándonos momentáneamente. Rubén dio un pequeño volantazo, apartándose de la parte central de la carretera. Escuchamos un fuerte y continuado pitido de claxon, incluso cuando perdimos la silueta del vehículo cuando la curva se volvió pronunciada a la derecha y parte de la montaña tapó el resto.

—No quería decir eso —mascullé, pasándome una mano por la cara—. Quería decir... que cómo se llama, cuantos años tiene... no sé, háblame.

Rubén me dedicó otra mirada confusa, y si no fuera porque estaba cerca de un ataque de ansiedad de los gordos, podría haber jurado que vi algo de preocupación de nuevo destellando en sus ojos azules. Volvió su rostro hacia la carretera, relamiéndose los labios en un gesto de autocontrol.

Mi Condena [Bilogía Condenados I] (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora