CAPÍTULO 41

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Nails, Hair, Hips, Heels – Todrick Hall

—Ya, pues es que resulta que sí cuenta este trabajo —estaba diciendo Delia, apuntando a Rebecca con una patata.

Ella le apartó la mano con gesto molesto, y Delia rio al morder la patata. Sofía tenía bastante mal aspecto, como si no hubiera dormido en dos días y apenas hubiera tenido tiempo de peinarse incluso, a juzgar por el moño deshilachado que llevaba. Estaba mirando algo en su agenda, apuntando garabatos indescifrables. Yo no quise mirar mucho, a pesar de tenerla al lado. Los chicos quedaban sentados frente a nosotras, y evité de forma deliberada cruzar miradas con Rubén.

Aunque sabía que estaba mirándome.

—¿Cuenta mucha nota? —La cara de fastidio de Mateo representaba bastante bien el ánimo general del grupo—. No creo que tenga tiempo para hacerlo.

Sobraban los motivos. Crucé una rápida mirada de complicidad con él que me dijo suficiente. Tendría que buscarme una buena excusa para justificar exactamente lo mismo que él.

—Pues bastante, esa es la putada. —Delia se llevó otra patata llena de salsa a la boca, despreocupada—. Como el cuarenta de la nota final.

—¿Cuánto carajos has dicho? —exclamó Antón, girando la cabeza en su dirección como un resorte.

Delia contuvo una sonrisa, repitiendo:

—El cuarenta.

—Más o menos —puntualizó Rebecca, partiendo una galleta a la mitad para llevarse una de ellas a la boca.

—¿Cómo que más o menos? —Antón se irguió en la silla, mirando a Rebecca de brazos cruzados—. ¿Qué carajos significa eso?

—Haber ido a clase —exclamó Sofía, la vista clavada en las anotaciones de su agenda—. Así seguro que lo habrías entendido perfectamente.

La mesa se quedó súbitamente en silencio, sintiendo la tensión caer sobre nosotros como una losa. Miré a Sofía, que estaba haciendo un especial esfuerzo por evitar las miradas recriminatorias de sus compañeros, y luego la deslicé hacia Antón. Él entrecerró los ojos, mirándola con una ligera media sonrisa.

—Disculpa que no haya podido ir, bizcochito. —Antón volvió a dejar su cuerpo caer contra el respaldo, los brazos aún cruzados sobre su pecho—. Algunos tenemos cosas importantes que hacer.

Sofía dejó el bolígrafo sobre la agenda con estrépito, volviendo su furibundo rostro hacia él.

—Vuelve a llamarme eso y te juro que lleno tu fachada de huevos y pintura por la noche —escupió ella, y tuve que hacer un extremo esfuerzo para evitar reírme.

—¿Eso es una confesión? —Se burló Antón, enarcando una ceja con prepotencia.

Sofía estaba roja de ira. Me mantuve al margen, observándolos ojiplática; no tenía ni la más mínima idea de por qué habían discutido estos dos, ni qué había sucedido para que ambos llegaran a ese punto... pero era entretenimiento gratis, así que no iba a interrumpir nada.

—Si no tienes tiempo para dedicarle a una carrera, entonces no estés —finalizó ella, lanzándole demasiadas puñaladas en la mirada tensa que le mantuvo durante largos, largos segundos.

Después prosiguió escribiendo lo que fuera que estaba anotando en su agenda.

—¿Y privar a toda la gente de esta facultad de poder contemplar esta belleza? —Antón se señaló a sí mismo, dedicándole a Sofía una sonrisa arrogante—. Nunca haría eso, bizcochito.

Cuando Sofía le fulminó con la mirada, él la guiñó un ojo. Sofía apretó la mandíbula con rabia y fue la señal que Mateo necesitaba para interceder en la conversación.

Mi Condena [Bilogía Condenados I] (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora