CAPÍTULO 30

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Go Hard or Go Home – Wiz Khalifa, Iggy Azalea

Miré la hora en mi reloj de nuevo. Las diez y veinte. Llegaban veinte minutos tarde y ni siquiera sabía por qué. Y tampoco podría saberlo en cuanto llegaran, porque Delia esperaba a mi lado sobre el capó de mi Bugatti. Había escrito a Rubén hacía diez minutos para preguntarle donde cojones estaba, y él se había limitado a decirme que tenían trabajos que solucionar. Imaginaba que nuestro acuerdo no era el único encargo que tenían, pero se me habían acabado las excusas que darle a Delia.

Me ajusté el bolso al hombro, sintiendo el frío de la noche acariciar mi estómago al descubierto. Me había puesto unos pantalones campana de tiro bajo, acompañados de un top corsé de color rosa claro. Como no estaba chiflada, había decidido acompañarlo con una chaqueta blanca de borreguillo, pero no llegaba a taparme el estómago. La única razón por la que había decidido vestirme así, aparte de para contornearme frente a Adriano como buen «objeto de compañía» que debía ser, era porque tenía pensado quedarme en el coche hasta que terminara la carrera.

Por supuesto, me habían prohibido literalmente participar.

«Les has dicho que eres escort, y las escorts no corren en carreras de coches». Esas habían sido las palabras literales de Rubén cuando le pedí explicaciones. Lo habíamos discutido por teléfono esa misma mañana y después de recibir cientos de insultos diferentes por mi parte, me había colgado. Por supuesto, ya había pensado algo para joderle esta noche.

Las luces de un coche deslumbraron al entrar en la calle donde esperábamos, y Delia se irguió de golpe.

—Por fin, coño. —Delia se pasó una mano por la larga coleta morena que tenía firmemente agarrada a lo alto de su cabeza, colocándose el abrigo de pelo negro sobre los hombros para cubrirse del frío.

Ella llevaba un vestido rojo, simple y ceñido a todas sus espectaculares curvas. Sus tacones repiquetearon contra la acera cuando se acercó al coche, que paró justo al lado de mi Bugatti, correctamente aparcado en su plaza frente a la puerta de mi portal. Rubén bajó la ventanilla y Delia se asomó, apoyando los brazos en el borde e inclinándose de forma sensual.

—Ya era hora.

Mateo sorteó a Rubén para poder verla, sentado en el asiento del copiloto del Nissan Skyline azul. Rubén mantuvo su rostro imperturbable, fijo en Delia.

—Teníamos que hacer cosas de hombres —comentó Mateo con sorna.

Delia puso los ojos en blanco, irguiéndose y sacándole el dedo. Caminó hacia la otra puerta, rodeando el coche.

—Venga, vamos.

Mateo salió del coche antes de que Delia pudiera llegar hasta él, dejándome la puerta abierta. Aún seguía apoyada sobre el capó de mi Bugatti, de brazos cruzados. Rubén levantó la vista hacia mí y me indicó que me subiera al coche con un movimiento de cabeza. Delia caminó junto a Mateo hacia un Mitsubishi eclipse del año 1995, color verde brillante; el inconfundible coche de Mateo, preparado hasta las cejas para este tipo de competiciones. Echó la cabeza atrás para verme entrar en el coche de Rubén, con una mirada que mostraba algo de triunfo y sorna. Triunfo porque confirmaba las palabras que me había dicho anoche sobre lo de que Rubén raras veces llevaba a Mateo en su coche, pero desde luego que no llevaba a nadie más.

Ahora yo parecía ser su excepción.

Su mirada furibunda mostró suficiente: no lo repetiría dos veces. Puse los ojos en blanco, soltando un bufido molesto mientras caminaba hacia la puerta abierta del copiloto y me dejaba caer sobre el asiento de mala gana. Tiré el bolso a mis pies y cerré la puerta de un portazo, dejando clara mi molestia hacia toda esa situación. Rubén cerró los ojos al escuchar el golpe, inspirando hondo para armarse de paciencia. Arrancó y dio media vuelta para salir, seguido del Mitsubishi eclipse verde de Mateo.

Mi Condena [Bilogía Condenados I] (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora