CAPÍTULO 21

1.2K 109 17
                                    

Starboy – The Weekend (speed up version)

Me quedé bloqueada mientras le veía avanzar hacia mí con la ira de mil demonios plantada en su cara. Su aroma a té negro y madera me llegó más claro que nunca, embriagando mis sentidos.

Olivia, reacciona hostia.

Cuando lo tuve encima, mi cuerpo se movió. Pestañeé, dando dos pasos torpes hacia atrás para poner espacio. Me clavé el pomo de la puerta en el bajo de la espalda y me tragué un quejido.

—Vas a explicarme ahora mismo el numerito del dinero ahí fuera —murmuró Rubén en un susurro amenazante.

Alargó la mano y acabó de girar la llave. Abrió la puerta y entró, quitándome de golpe mi punto de apoyo. Casi me caí al suelo de culo. Me obligué a reaccionar, mis neuronas atontadas levitando debido al aun persistente aroma de él.

—¿Qué? —musité, más para aclararme yo que para clarificar la respuesta confusa de él.

Entré en el portal, arrancando las llaves de la cerradura y cerrando la puerta de un puntapié. Rubén se giró hacia mí en el mismo momento en el que caminé hacia él. Había un espacio considerable entre ambos, pero lo sentía insuficiente. Era como si... como si la presencia de Rubén llenase todo el espacio. Así era él siempre, esa exacta sensación. Allá a donde iba, lo abarcaba.

—El dinero —especificó, sus brazos caídos a ambos lados de su cuerpo, pero sus hombros tan tensos como la cuerda de un arco—. ¿Tengo que creerme que renuncias a casi mil pavos de premio?

Volví a encogerme de hombros, guardando las llaves en mi diminuto bolso.

—No lo necesito, no es ningún truco.

Cuando levanté los ojos de nuevo hacia él, ajustándome la tira dorada del bolso en el hombro, había un retazo de confusión cruzando sus rasgos.

—Sé que puede parecerte raro, pero es cierto. —Con la hucha cilíndrica donde guardaba todo el dinero que poseía bajo el brazo, sonreí de manera fruncida—. Ahora, si no te importa... es tarde y mañana hay clase.

—Digamos que me lo creo —murmuró, obligándome a detenerme en mi camino hacia las escaleras—. ¿Por qué a mí? Rebecca también participaba en la carrera y lo necesita mucho más que yo.

Una ligera curiosidad reptó por mi cuello, pero no pregunté nada. Le miré y me quedé callada, porque no tenía respuesta alguna para eso. Supongo que se lo había dado a modo de sorna, pero no creía muy inteligente soltar aquello en ese momento. Mi cerebro conectó las ideas antes de que pudiera procesarlas y musité:

—Bueno, me salvaste la vida. —Encogí un hombro, fingiendo sentirme indiferente—. Por mi culpa, convirtieron la carrocería de tu coche en un colador así que... considéralo un agradecimiento de mi parte.

Rubén abrió la boca para decir algo, pero volvió a escucharse un sonido de motor de un coche. Ambos nos volvimos hacia la puerta y estuve segura de distinguir el coche de Mateo entre la negrura de la madrugada. No pude quedarme a comprobarlo porque Rubén volvió a agarrarme del brazo —Otra. Puta. Vez— y me arrastró hasta el ascensor.

—¿Qué coño haces? —musité, molesta—. Ese trasto está...

El ascensor se movió con un ronroneo errático cuando Rubén pulsó el botón. Miré las puertas de metal cerradas con sorpresa, apreciando de reojo la ligera sonrisa de superioridad que esbozaba el capullo que tenía al lado. Cuando las puertas se abrieron, su mano soltó mi brazo para deslizarse hacia mi espalda, empujándome para que entrase. Fingí que no sentí el ligero calambrazo de electricidad que avivó todas mis terminaciones nerviosas cuando su tacto suave tocó la piel desnuda de mi baja espalda, allá donde el top negro no llegaba a cubrir. Se escucharon voces más cerca, pero no llegué a ver quien era. Rubén pulsó un botón cualquiera y después lo bloqueó.

Mi Condena [Bilogía Condenados I] (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora