Capítulo 1 - La familia Barlow

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1 | La familia Barlow

Daphne Barlow


No me gusta correr.

Debería haber empezado a gustarme en algún momento del último mes, al menos eso es lo que dice mi hermano. Él es quien me ha levantado de la cama a las cinco y media de la mañana durante los últimos meses.

Más bien es quien me ha quitado las mantas, me ha tirado al suelo y me ha sacado literalmente a rastras de mi habitación para que le haga compañía.

Como él tiene que ponerse en forma para poder pasar el examen físico que le separa de convertirse en bombero ha decidido hacer de eso nuestro problema.

No le gusta hacer nada sin tener a alguien a quien arrastrar o, como él lo explica: Necesita que haya una persona más para obligarse a hacer las cosas. Por desgracia nuestros padres no van a salir con él a primera hora de la mañana y nuestra hermana tiene apenas seis años. Lo que me deja a mí.

—¡Daphne, te estás quedando atrás! —grita desde algún lugar.

Tengo las manos en mis rodillas, mis pulmones ardiendo y mis piernas destrozadas. Cada par de semanas añade más velocidad o más distancia y yo no puedo más.

Mi hermano mayor trota hasta mí. Él, con su estúpida sudadera, sus estúpidos pantalones de deporte, los estúpidos zapatos de deporte favoritos que le regalaron estas navidades y su estúpida sonrisa socarrona al verme en tan mala condición. ¿Cómo es que lo lleva tan bien?

—Casi estamos en casa —dice.

—No quiero volver a casa, quiero quedarme aquí. —Dereck alcanza mi brazo antes de que pueda sentarme en el suelo—. Solo un minuto.

—Te vas a enfriar si paras ahora y no quiero que termines enferma.

—Prefiero estar enferma a quedarme sin un pulmón.

—Llevas meses corriendo, ¿cómo puedes estar en tan mala forma todavía?

—Ojalá lo supiera. —Porque entonces podría ponerle una solución. Él no deja de decir que, una vez te acostumbras, te sientes bien saliendo a correr. Lo único que yo quiero hacer cada vez que salimos es volver a casa—. ¿Puedes llevarme? No puedo mover las piernas y no es broma.

—Daphne, no voy a...

Suspira, pero se quita la capucha de la sudadera, gira y se agacha para que pueda subirme a su espalda como cuando era pequeña, o como cuando salimos a correr y me torcí un tobillo por el camino.

Cierro los ojos en cuanto me tiene.

—Te quiero —digo.

—Solo me quieres porque te estoy cargando.

—Sí.

Sé que Dereck está sonriendo sin tener que mirar. Hace el resto del camino andando y sin queja alguna. Lo único que me pide es que me duche rápido y que prepare el desayuno para los dos mientras él se ducha después.

Cosa que hago. Somnolienta, exhausta y pensando en las posibles preguntas del examen de biología que tengo hoy, pero lo hago.

Antes de que termine de preparar el desayuno mis padres ya están en la cocina. Mi padre besa mi mejilla antes de servirse un café sin azúcar en su taza para llevar e irse al trabajo. Mi madre, que tiene un poco más de tiempo antes de salir, se queda hablando conmigo mientras prepara el desayuno especial para mi hermana Charlotte.

Las mentiras que nos atanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora