Capítulo 39 - Una vida de secretos

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39 | Una vida de secretos

Daphne Barlow

—¡Daph!

Dereck espera con la puerta de nuestra pastelería favorita a que llegue. Después de haber salido a correr, ha decidido alargar un poco el tiempo para llegar hasta aquí. "Es Luigi's, te gusta Luigi's —ha dicho—. Tómalo como una recompensa."

He aceptado porque mi cabeza ha imaginado esos deliciosos éclairs y el hambre ha hecho lo demás. Algo dulce después de correr sonaba bien. Correr media hora más de lo habitual porque estábamos más lejos de lo que pensaba, no tanto.

—¡Vamos, mocosa! —grita.

—¡Entra tú, te espero aquí sentada!

—No puedes... —Pero ya me he sentado en el bordillo antes de que él pueda terminar y su expresión lo dice todo—. Si te enfermas, se lo explicas tú a mamá.

Me deshago del comentario con un gesto de la mano y presiono mis brazos para aliviar la molestia por haber dormido con mala postura. Luego muevo los hombros y brazos. Dereck siempre me hace estirar con él antes y después de correr, pero eso no me ha quitado la molestia de haber dormido con mala postura.

Cuando estoy conforme, estiro los brazos sobre mis rodillas y dejo caer mi cabeza encima. Noto la tela de la chaqueta técnica contra mi frente y agradezco haberla traído. Siempre la odio mientras corro, pero es perfecta cuando termino.

Estoy todavía así cuando oigo la voz de mi hermano de nuevo. Levanto la cabeza hacia la puerta y espero mientras él se despide de alguien en el interior de la tienda, apoyado contra la puerta y con una sonrisa sobre sus labios que crece mientras se acerca a mí.

Se sienta a mi lado.

La caja, de un bonito rosa, cae sobre mis manos.

—Esto, para la mocosa adicta al azúcar —dice, y levanta un papel pequeño que había apoyado sobre la caja. Lo sostiene entre dos dedos para dejármelo ver— y, esto, para mí.

—¿Luigi te ha dado su número?

—Abigail. La nueva repostera. —Mira hacia el papel con esa media sonrisa aún en sus labios—. Segundo año de derecho, cocina bien, y se ha apuntado a nuestro gimnasio hace poco.

—Tu gimnasio —corrijo.

Él me empuja suavemente con el hombro.

—Vamos, Daph, tú también sueles ir muchos días. —Él sabe bien que solo voy cuando estoy aburrida y quiero pasar tiempo con él, o cuando me lo pide para ayudarle a controlar los tiempos—. Creo que voy a llamarla.

—¿A Abigail?

—Sí.

Abro la caja y cuatro éclairs de chocolate me reciben. La capa de chocolate superior brilla con un suave glaseado y me suena la tripa de solo verlo. Dereck tiene uno en su mano antes que yo.

—¿No estabas hablando con alguien? —pregunto probando el primer bocado y... Adoro la pastelería de Luigi más que respirar—. Llevas semanas escribiéndote con alguien, no creas que no te he notado mirando al móvil todo el tiempo.

—Eres un poco cotilla, ¿no crees?

—Nunca lo he negado. —Espero a que Dereck llene el silencio con una explicación, pero se limita a comer—. Vamos, estás hablando con alguien, ¿no?

Las mentiras que nos atanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora