Capítulo 26 - Una víbora en el nido

28.6K 2.4K 1.4K
                                    

Línea para decir hola ♥

⋅༺༻⋅

26 | Una víbora en el nido ☕

Daphne Barlow

—¿Te han quitado el móvil de nuevo?

Nora me recibe en mi taquilla el lunes por la mañana. Ella tiene su muñeca llena de gomas de pelo mientras se rehace el recogido con el que está peleándose.

—No. ¿Por qué preguntas?

—Porque has desaparecido todo el fin de semana y, admitámoslo, eres un poco adicta al móvil. —La goma cede y Nora maldice antes de agarrar la gruesa goma rosada que tiene más cerca y empezar de nuevo—. Pensé que te habían castigado de nuevo.

—No, ya me levantaron el castigo. Al menos la mayor parte del tiempo, todavía siento que estoy en la cuerda floja muchas veces. He estado... He estado de acampada el fin de semana. No había mucha cobertura.

Mi corazón se acelera, no por el recuerdo, sino por una conocida inquietud. Si no le he contado nada a Nora todavía sobre estar viendo a alguien es porque me preocupa cómo pueda reaccionar. Tanto Dalia como ella no son de callarse sus opiniones, no al menos cuando envuelve mi vida amorosa. Abro mi taquilla con un nudo en la garganta.

—¿Te han obligado? —pregunta con humor.

—Me invitaron. —Encuentro y agarro el libro de historia—. Puede que esté viendo a alguien, que llevemos tiempo hablando y me haya invitado. No me mires así, no es nada oficial ni serio. Para cuando volví era tarde y, lo único que quería hacer, era ducharme y dormir. Perdona por no haber contestado.

—Para ahí, ¿cómo que estás viendo a alguien? —Más alto, pregunta—: ¿Desde cuándo estás viendo a alguien? Porque, para aceptar ir a una acampada, tenéis que tener bastante confianza.

—La tenemos.

Cierro la taquilla.

Nora ahoga un grito.

—No en ese sentido —señalo. Porque la conozco, demasiado bien—. Nora, deja de mirarme de esa forma. No se trata de eso. No hemos... —Miro cerca para asegurarme de que nadie esté escuchando porque, honestamente, me lo esperaría con cómo están las cosas—. No se trata de ese tipo de confianza.

—Si tú lo dices...

—¡Nora!

Ella levanta las manos y da un paso atrás. Lo deja estar por unos segundos, el tiempo suficiente como para reorganizar sus ideas y dejar ver una pequeña sonrisa cargada de emoción. Se apoya contra la taquilla y juguetea con los cordones de su abrigo.

—Todavía no entiendo por qué no me has dicho nada antes.

—Porque no es nada serio. —Rozo el cuello alto de mi jersey antes de acomodarlo de vuelta. Un gesto al que Nora no le da demasiada importancia—. Además, me preocupaba cómo fueras a reaccionar.

—¿Por qué iba a...? —Su emoción cae—. Dime, por lo que más quieras, que no es uno de los chicos del equipo de rugby o de baloncesto. —Apoya la cabeza contra las taquillas y baja el tono—. Daphne, por favor, dime que no es un conocido de James.

Sonrío.

Luego sonrío más.

—No es gracioso —dice Nora.

—Lo es. Me estoy imaginando la cara que él pondría de verte decir que es un conocido de James o, mejor aún, un amigo y solo... —Le quito importancia con un gesto de la mano, pero mi sonrisa sigue ahí. Puedo imaginar con absoluta claridad la expresión de Reece. Probablemente se sorprendería, seguido de volverse porque ni siquiera dignificaría el comentario con una respuesta—. Ni siquiera es de este instituto, puedes estar tranquila. Aunque sí juega al rugby.

Las mentiras que nos atanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora