Capítulo 30 - La familia que elegimos

43.3K 2.8K 3.6K
                                    

Línea para decir hola 🩷

⋅༺༻⋅

30 | La familia que elegimos

Reece Larsson

La última semana de clases antes de las vacaciones de Navidad siempre es la más tranquila. Los pasillos no están tan abarrotados ni se nota la prisa por ir a la cafetería. Todo el mundo se toma las cosas con más calma, se quedan más tiempo hablando en las aulas, se toman su tiempo para comer, y, en los entrenamientos, siempre hay varios grupos que hacen lo imposible por dar conversación al entrenador para distraerle y no tener que entrenar.

Así que tampoco es una sorpresa que Jordan e Isaac me digan de ir a pasar la tarde después del entrenamiento del lunes. Lo que es una sorpresa, es ver a Jordan aparcar frente a una cafetería. Primero, porque él odia todo lo relacionado con el café, incluido el olor. Segundo, porque, Isaac, que siempre dice que el concepto de cafetería le resulta ridículo, baja del coche con una sonrisa hacia el local.

—¿Vais a decirme por qué habéis querido venir justo aquí? —pregunto.

—Porque amamos este lugar, ¿verdad J? —presunta Isaac.

—Mi sitio favorito de toda la ciudad.

Él abre la puerta de la cafetería, pero necesita un momento al dar con ese intenso olor a café recién hecho antes de cruzarla. Isaac se frota las manos y va detrás. Sé que esconden algo, pero no tengo demasiadas ganas de pensar. Mi cabeza no está para eso estos días y quizás se estén aprovechando de ello.

Cuando entro y veo a mis amigos acercarse con rapidez a una mesa donde ya hay una persona sentada, tardo en unir hilos. Pero entonces ella se levanta, y es imposible no reconocerla.

Mare Stuart.

Su figura, tan fina como lo era cuando estudiaba en nuestro instituto, se ve más marcada bajo un vestido pegado de punto. Su expresión se llena de felicidad y cariño en cuanto se pone en pie para abrazar a Jordan. Ella se hunde en los brazos de su primo con una sonrisa que esconde contra el hombro de él y, sin apartarse, estira un brazo para que Isaac se una al abrazo.

—No sabéis las ganas que tenía de veros —está diciendo cuando llego. Se aparta con el más puro anhelo en sus ojos azules al mirar hacia ellos—. Dos de mis tres chicos favoritos. ¿Dónde está...?

Da un paso más cerca y la envuelvo entre mis brazos. Fuerte. Porque la he echado de menos más de lo que pensaba que haría. Puede que nunca hayamos sido muy cercanos, no hasta el punto de escribirnos o llamarnos, pero la conozco desde hace tanto como a Jordan; desde que teníamos cuatro y cinco años.

Demasiado tiempo, demasiados recuerdos juntos.

Además, ella siempre ha sido una de nosotros.

—Hola, Ratoncito —dice con cariño.

—No me llames así, Canija.

Pero sonrío al oírlo y sé que ella también lo hace al oír el suyo pese a que ambos odiemos esos ridículos apodos que sacamos de niños. La abrazo más fuerte, realmente la he echado de menos en su primer semestre de universidad.

Isaac espera un segundo y se une a nuestro abrazo. Mare se ríe con alegría al notarlo y murmura algo sobre lo feliz que está por tener a sus chicos favoritos de vuelta.

Es curioso, nadie apostaba por una amistad que empezó cuando éramos tan pequeños, pero, quince años después, aquí seguimos. Los cuatro. Pese a las innumerables tardes donde Mare, por ser un año mayor, aprovechaba para ordenarnos y terminábamos jugando a las casitas o a tomar el té más veces de las que podemos recordar.

Las mentiras que nos atanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora