Capítulo 12 - Entrenamientos y reencuentros

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12 | Entrenamientos y reencuentros

Daphne Barlow

Tardo una semana en encontrar el momento para ir a hablar con Reece.

Una semana en la que Dereck insiste en que espere unos días más hasta poder hacer esto sin que tenga que ser a escondidas. Es solo que esos "días" serían en realidad semanas, y una semana es todo lo que he aguantado teniendo clases con la señora Hagery. Verla es demasiado.

Demasiado para mi cabeza.

—¿Estás segura de esto?

Mi hermano me ha acercado a la parada de autobús. Tiene su bolsa de deporte tirada en los asientos detrás y esa expresión preocupada mientras se asoma por la ventanilla del coche.

—Solo quiero hablar con él, contarle cómo están las cosas.

—Existen los teléfonos. Aunque estés castigada sin el tuyo.

—No me lo recuerdes, y deja de reírte de mí por eso. —Por supuesto, Dereck está sonriendo. Si recordarme que estoy sin móvil no es su nueva afición favorita, entonces no tiene una—. No tenemos tanta confianza como para llamarle. Además, ya te lo he dicho, quiero hablarlo en persona.

—Tú y tus manías.

—¿Vas a estar en el gimnasio hasta que vuelva? —pregunto.

—No puedo volver a casa hasta que mi hermana pequeña no esté aquí, así que pasaré la tarde allí. Recuerda que tengo tu bolsa de deporte en el coche, no te olvides de decir que la dejaste ahí para no cargar con ella al volver si te preguntan.

—No me olvido.

Miro hacia Dereck al oírle maldecir, luego hacia el autobús que está acercándose. Mi hermano no tiene otra opción que irse al verlo. A través de la ventanilla, grita:

—Recuerda, antes de las seis en casa. Di que yo te he dejado en casa pero he ido a comprar uno de los bocadillos que me gustan del supermercado. ¡Y ten cuidado! No termines en comisaría de nuevo.

Se va sin esperar una respuesta y el autobús ocupa su lugar. Elijo el asiento más alejado y desdoblo la sudadera de Reece. He hecho una bola con ella esperando que así los colores fueran poco notorios y no llamaran la atención de mi hermano. Ahora hay pequeñas arrugas que intento alisar con las manos.

No sé por qué, pero esto ha sido lo único que no he sido capaz de contarle a Dereck. Lo que no he contado a nadie. Incluso si la sudadera ha estado apoyada sobre la silla de mi escritorio como un constante recordatorio para mí.

(...)

Encontrar el instituto de Reece es realmente sencillo, sobre todo porque puedo ver el edificio desde que bajo del autobús. Si a eso le sumo que nadie me mira dos veces cuando cruzo la puerta y que, una chica que sale de una de las aulas, me señala dónde entrena el equipo de rugby, es más que simple.

Llego a las gradas junto a un pequeño grupo de estudiantes un par de años más jóvenes que yo. Les oigo hablar de forma animada antes de ir a la zona más alta mientras yo busco el modo de acercarme todo lo que puedo al campo. La barandilla es baja, pero hay una altura marcada desde aquí hasta el césped.

—¿De nuevo? —oigo preguntar a uno de los chicos.

—Deja de quejarte y empieza a correr —responde su entrenador.

El chico echa la cabeza hacia atrás y hace lo que le piden. Pasa cerca, pero no lo suficiente como para poder llamar su atención. En el centro de campo, los jugadores han creado distintas secciones en las que practican en grupos más pequeños. Sus uniformes son más simples de lo que recuerdo. Algunos mantienen ese intenso azul, pero son más básicos, otros se han decantado por ropa oscura de deporte.

Las mentiras que nos atanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora