Capítulo 4 - Partidos y rivales

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4 | Partidos y rivales

Daphne Barlow

Nora me abraza emocionada cuando llego al partido el viernes. Ella tiene una sudadera con el color rojo de nuestro equipo y marcas del mismo color en sus mejillas. Tira de mi mano hacia las gradas.

—Ven, tengo un buen sitio junto a mis amigos de teatro. Vamos a ver hasta sus caras desde ahí. —Ella se mueve entre la gente con más soltura que yo—. Por cierto, ¿has visto a Dalia o Johanna? Dijeron que vendrían pero no sé nada de ellas.

—No les he escrito, ya las encontraremos en algún momento.

—Cierto.

Nora saluda a sus amigos de teatro y recoge su bolso antes de poder sentarnos. Ella pone las manos sobre sus piernas con esa expectación que comparte con la mayoría de alumnos que hemos venido a ver el partido.

Hay muchos deportes en nuestro instituto, pero la verdad es que solo uno nos une tanto como para celebrar sus victorias y ver sus partidos: El de rugby.

—¿Has oído contra quién juegan? —me pregunta Nora.

—Algo de Coyotes y ropa azul.

—Vale, entonces no sabes el cotilleo. —Nora se vuelve hacia mí mientras el equipo de animadoras de nuestro instituto intenta poner a todo el mundo en canción antes de que empiece—. El año pasado llegaron a finales contra este equipo y, al parecer, uno de ellos le hizo una falta a uno de los nuestros a un minuto de terminar. El árbitro no lo contó y perdimos porque jugaron sucio. Ellos no quieren admitirlo así que ahora son un poco como "el enemigo".

—El enemigo —repito con cierto humor.

—El enemigo —marca de forma más dramática.

Miro hacia el campo buscando a James entre sus compañeros. Él es el capitán y suele ser más fácil distinguirle que a los demás. Su número, el 35, es el mismo que hay en la camiseta que me prestó y que he dejado en mi armario antes de venir.

Si me ven con ella sabiendo que James va de chica en chica solo me haría sentir con el orgullo más dañado. No voy a dar todo por él si no hace lo mismo por mí, no importa cuánto mi corazón intente traicionarme.

—Mira, creo que fue ese el que hizo la falta. —Nora señala a un chico tan alejado que apenas puedo distinguir su cara. Tiene un casco bajo su brazo y el número 12 en su ropa—. No creo que hoy vayan a jugar limpio.

Omito decir que eso haría el partido más entretenido de ver.

Mi espíritu de equipo nunca ha sido alto y, como Dereck, prefiero el entretenimiento a la victoria de un equipo determinado. Incluso si son de mi mismo instituto. Por eso curioseo el equipo rival desde las gradas.

—Los otros no parecen preocupados —digo.

—Los tramposos nunca lo están.

Mi mirada cae en un jugador del equipo contrario. Ese que aparece entre los demás con el pelo rubio oscuro empapado y apoya una mano sobre el hombro de uno de sus compañeros con una amplia sonrisa sobre sus labios.

—No, supongo que no —murmuro.

El número 27.

Ese es al que sigo con la mirada durante los siguientes minutos. Hay algo en su actitud que atrapa mi atención. En sus pasos confiados, en su actitud relajada, y en cómo parece ir asegurándose de que sus compañeros estén bien antes de prepararse él.

Las mentiras que nos atanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora