Capítulo uno

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Ginger

Años antes.

Hace unos días había conocido al mejor amigo de una de mis amigas, Alyssa. Todos los días a la misma hora nos encontrábamos en la playa, dónde él me contaba lo que había hecho en todo el día.

—Realmente me gustaría salir contigo. —Eros había susurrado con una gran sonrisa en el rostro.

—Podría ser una buena idea. —Una sonrisa se dibujo en mis labios, así que suspiré llevando mi vista a las olas, sintiendo como la brisa me hacía cosquillas en la nariz.

Eros se acercó a mi, estábamos demasiado cerca que sentía como nuestros brazos se rozaban, mis ojos se abrieron demasiado y al momento que lo ví, él tomo mi mano, aún sonriendo.

Su piel era tan suave, acaricio mis dedos y mi corazón latía tan rápido, sintiendo que se saldría de mi pecho.

No tenía mucho tiempo de que conocía a Eros pero aún así no podía evitar sentir cosas raras por él, lo único que agradecía era que mis amigas no se daban cuenta de eso.

Los dedos de Eros aún seguían aferrados a los míos, mis ojos seguían fijos en las olas, pero sentía que los ojos de Eros quemaba en mi cuello.

—¿Porqué me miras así? —Pregunté, sonriendo. Aunque realmente estaba muy ansiosa y me sentía nerviosa.

—Eres muy bonita. —Él había murmurando.

No respondí, mis mejillas se volvieron rojas, sentí como su mirada se metía bajo mi piel, lo único que sabía es que si no me alejaba de Eros, quizás las cosas podrían salir mal, pero aún así, podía lidiar con las consecuencias después.

En la actualidad

Camine por las calles de Canadá, mientras entraba a la cafetería que solía venir con mis amigas, mientras sacaba mi laptop y comenzaba a escribir sobre mi nueva novela.

Mientras comenzaba a describir al personaje masculina no dejaba de venir a mi mente esos hermosos ojos de color avellana que me habían robado el aliento la primera vez que se cruzaron con los míos, aquello que me miraron una vez con anhelo y también me vieron con frialdad y desprecio.

Él le había entregado una rosa para poder expresar lo mucho que sentía haberle hecho daño, pero ella tan solo se dió la media vuelta rechazando la rosa que él le ofrecía.

Una simple rosa no borraría el daño que él le había hecho, no iba a olvidar simplemente el dolor de la traición y el sabor amargo del dolor, que la acompaño en varias noches oscuras y el recuerdo de la soledad.

Si, está soy yo escribiendo un libro de lo que pasó en mi última relación, que tristemente no me dejó ganas de volver a tener otra relación en mi vida, quizás si escribía todo lo que sentía me ayudaría a olvidarlo, y me dejaría odiarlo.

La opción de odiarlo era mil veces más agradable que la opción de amarlo, pero tristemente lo amaba y fingia que lo odiaba, en fin. La vida era muy injusta.

—Ginger, que gusto verte. —Me saludó Cole, el dueño de la cafetería, levanté la vista de mi laptop y dejé de teclear para dedicarle una sonrisa.

—Hola, es un gusto verte nuevamente.

—¿Que ordenadas, dulce Ginger?

—Un café con leche y un galletas de mantequilla

Él tomo mi pedido y al momento que se retiró me concentre nuevamente en mi laptop, mientras tecleaba con rapidez, sonó la campanita de la cafetería anunciando la llegada de un nuevo cliente, no levanté la vista de mi laptop, al fin la inspiración estaba llegando.

Finge que me odias Donde viven las historias. Descúbrelo ahora