Capítulo veinticinco.

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Ginger.

Años atrás.

—Espera —Le dije mientras caminaba atrás de Eros, él se río.

—Eres muy lenta.

—Mis pasos son pequeños a comparación de los tuyos. —Aclaré.

—¿Que te parece este lugar?

—Es estupendo. —Admití.

Nos encontrábamos en un lago habíamos decidido salir a acampar, Eros comenzaría a armar la casa de campaña que habíamos traído con nosotros.

Eros comenzó a armar la casa de campaña mientras yo le daba instrucciones, noté como el sudor le caía por la frente, él alzó un poco el dobladillo de su camisa para secarse todo el sudor, mi boca se seco de inmediato al ver sus abdominales.

—Gin.

Estaba tentada de quitarle la camisa y pasar mis dedos por esos abdominales tan perfectos que tenía mi novio.

—Ginger.

Y besarlo, besarlo hasta cansarme, Eros tenía la ceja fruncida, mirándome.

—¡Ginger! —Alzó un poco la voz, parpadeé de inmediato, viendolo.

—¿Que es lo que pasa?

—Estas en otro mundo.

—Lo siento, estaba pensando.

Él sonrió de lado, mientras asentía.

—Claro.

—Pero dime, ¿Qué sucede?

—Decía que si me podías pasar un poco de agua, estoy muriendo de sed.

—Ah, sí. Claro.

Camine hasta donde se encontraba el auto y saque un par de botellas de agua, mientras le tendía una.

Eros la abrió y bebió de ella.

—Y dime. ¿En qué pensabas? —Sonrió con su diversión, él sabía, pero no iba admitirlo frente de él en lo que realmente estaba pensando.

—Estaba pensando en que al parecer puede que llueva, está demasiado nublado. —Aunque en realidad eso no era mentira del todo.

—No pasará nada, la casa de acampar nos ayudará.

—Sí, lo sé.

—Entonces no te preocupes por eso. —Eros se acercó a mi y dejo un pequeño beso en la comisura de mis labios, que me dejó anhelando mucho más.

Eros termino de armar la casa y al terminar me cargo mientras me llevaba hasta el lago, me tiró y luego él se aventó.

—¡Eres tonto! —Exclame al momento que me salpicó toda.

—Mhm, puede. —Se acercó a mí, nuestras narices se rozaron, inhale su olor, no entendía el porqué su perfume se quedaba impegando en él todo el día, aunque no me quejaba. Adora como olía mi hombre.

Nuestros labios se rozaron, puse mis manos atrás de su cuello y comencé a besarlo, él suspiro contra mis labios mientras me tomaba de la cintura, mis dedos fueron directo a su cabello mojado dónde comencé a peinarlo, Eros gruñó en mi boca.

Escuché como comenzó a tronar, me aferre al cuello de mi novio.

—Salgamos de aquí.

Finge que me odias Donde viven las historias. Descúbrelo ahora