El Regreso [EN EDICIÓN Y PROGRESO]

Capítulo 21

Venganza
(***)

Ahí estaba...

Reflexionando en la profunda oscuridad de la noche. Sintiendo los susurros y siseos del viento encrispándole la piel; empujando suavemente por el aire gélido, aquellos mechones y cabellos plateados que se le adherían a su frente, y le caían como baba por debajo de los hombros. Con un rostro completamente sereno y taciturno. Un rostro, completamente tranquilo y apacible.

No obstante, su mano en garra tomó violentamente la botella metálica que reposaba sobre el frío mármol de la baranda, delimitándolo de caer en el vacío; y dándole al pequeño pico de aluminio, un trago bastante largo que le ardió por toda la garganta reseca sin ningún tipo de miramientos.

Tan solo, se mantenía absorto en el boscoso paisaje que se apreciaba desde lo alto de su portal en la residencia. Escuchando el batir constante de las hojas de los árboles con la fría brisa, y con la mirada perdida en el lago neutro y oscuro. Completamente en calma. Concentrado enteramente en la naturaleza con tal de poder "aplacar"  todo aquello que se contenía en su pecho. Y aquel Whisky caliente y amargo en el embase de aluminio; sería aquel ser que lo calmaría, y lo protegería de todas esas emociones no bien recibidas por él. Que sonreía macabramente a la nada, con los claros y brillantes ojos inyectados en sangre. Tan rojos, como si fuesen aquellas orbes fosforescentes, las orbes de un demonio furioso.

Porque así se sentía él, malditamente furioso y encabronado. Molesto con las "casualidades" del destino que solamente llegaban para joderle la vida.

Y suspirante, divisó como los rayos azulados de la luna se reflejaban en su iris de oro líquido; ahora mismo, sentía que el astro iluminado en el cielo era su única compañía. Inclinado contra el muro de mineral rocoso y pálido. Más la ausencia de su perverso amigo durante horas, le permitió embriagarse como tanto le gustaba mientras su cabeza platinada reproducía una y otra vez, los últimos y alarmantes acontecimientos.

Estaba molesto y furioso, a pesar de que en esos instantes no luchaba por destruir y romperlo todo a su alrededor. Incluso el mismo se sorprendía de su estado apacible; pero es que aquellos millones y millones de sentimientos, repercutían todo en su cerebro, que estaba a punto de explotar y desmenuzarlo todo en pedazos. Era tanta la rabia bombeando y recorriendo su torrente sanguíneo, que el simple hecho de respirar le molestaba en sus pulmones. Y río enternecido con ello...ya que, hasta el aire fresco que se supone que lo "debía tranquilizar", le estaba jugando una mala pasada cuando no conseguía disminuir toda la impotencia en su cuerpo.

Simplemente, el acto no le causaba ningún tipo de efecto.

Aún así, su silencio y absoluta calma era la única respuesta que le demostraba al mundo, a pesar de aquel turbulento torbellino de luces rojas con las que veía todo a su alrededor. Parecía que se había sumergido en un limbo, y que por momentos desaparecía todo rastro rencoroso hacia sí mismo. Cuando en verdad, era todo lo contrario.

«Feh...que iluso» sus labios esbozaron una falsa sonrisa en un gesto de completo desgano, y de propia humillación «Y pensar de que creí...que ella no le hacía daño ni a una mosca»

Era consciente del paso del tiempo, y que ambos ya no eran los mismos chiquillos jóvenes de antes. Habían transcurrido catorce largos años, en los que diez los atravezó en la otra parte del mundo. Sin embargo, no imaginó para nada; que esa niñita inocente y sobreprotegida por su familia en aquel templo de mierda...al final, lo jodiera de una manera tan desagradable, como la forma en la que lo hizo.

Fue un golpe demasiado bajo, y tal vez...incluso se lo hubiera perdonado a la mujer, si ella le hubiese pagado con su propia moneda. Sabía que se merecía un castigo, más esto con lo que cargaba la vida entera...era una maldición. Un amarre. Y de inmediato se arrepintió de conocerla, porque lo hizo caer en la ridícula tentación de mancharla con su oscuridad.