Capítulo 23

193 12 42
                                    

Momento

—Veo que tienes miedo. —Fue lo primero que dijo. Utilizando una voz tan suave y delicada que resultaba incluso sospechoso para su persona. Empleaba su gravedad en un bajo ronquido que conseguía erizarme la piel ante la sensación de incertidumbre que me provocaba su repentina presencia. No sabía exactamente como corresponder a esto. La verdad, esperaba que nuestro próximo encuentro fuera más prolongado y no justo al día siguiente de nuestra confrontación. Aún tengo demasiadas cosas que analizar como para verlo todavía.

Por su parte, me sonríe ladino con un gran aire maléfico. Seguramente los pensamientos que se le formulaban le causaban cierta y retorcida diversión. Supongo que mi rostro le deja en evidencia la sorpresa de encontrarle nuevamente violando mi zona de confort, y más aún, en mi espacio personal. No me perdía de vista ni por un segundo. Aquellas orbes que destellaban como nunca, y más al detenerse sobre las mías, cuando las piernas me fallaron y tuve que cambiar el peso de un pie a otro para disimularlo. No obstante, no dejó pasar el nervioso movimiento, más cada acción reproducida que me mantuvo fija en mi lugar. Sin bajar la guardia. Porque bien sabía que mi artillería, no tendría mínima oportunidad contra él ahora mismo.

Había un cierto toque de perversión en el ambiente que nos rodeaba. Era una belleza insólita que componía la mirada feroz que se deleitaba al recorreme de pies a cabeza. El solo gesto logró ponerme a temblar en cuestión de segundos. Me aterraba su presencia. Pero más me aterraba el mínimo de atención que estaba poniendo sobre él. Una admiración poderosa ante el hombre que relucía frente a mí. Porque en el fondo, no dejaba de reconocer la apariencia casi perfecta que poseía en sus facciones. En aquella piel bronceada con la que Kami lo había creado. Dándole cinceladas dignas de un ser sobrenatural. Un hermoso ser maligno con larga cabellera plateada y ojos de depredador nocturno.

—He estado pensando... —Volvió a hablar nuevamente. Y me regañé a mí misma cuando mis ojos se negaban a abandonar su figura. De repente comencé a sentirme bastante incómoda. No me gustaba en lo absoluto aquel presentimiento que me comenzaba a colmar sobre esta extraña visita. Sensación que se agravó de comprender que estaba totalmente a solas con él. Y aún más, cuando me miró con aquel tinte oscuro que parecía dominarlo completamente —Y me gustaría proponerte algo. —Intentó negociar. Era consiente de que ese era su punto fuerte, y que de alguna manera intentaría llevar las cosas a su propia conveniencia ¿Me cree estúpida? Si piensa que va a volver a manipularme no sabe lo equivocado que está. Me niego rotundamente a caer mansa sobre sus garras «Vaya. Al parecer hoy es el día de las proposiciones extrañas» No obstante, a pesar de tener el ceño fruncido por la incredulidad, no significaba que no tuviera dudas con respecto a lo que tiene para decirme. Necesito escucharlo hablar. A lo mejor podría aprovecharme de ello para encontrarle una salida a todo lo que ha desencadenado en mi vida —No le contaré la verdad a tú hija, si eso es lo que deseas. —Mi rostro se contrajo aún más. ¿No se supone que estaba molesto? Me siento en desconfianza total. Y más cuando pone todas las cosas a mi favor, sin haber soltado su beneficio en el asunto —Por ahora. —Hizo incapié. Como asegurando su amenaza, además de mirarme como si mis libertades fueran limitadas. Cosa que no me gustó. De hecho, nada de lo que está pasando ahora mismo me provoca seguridad.

—¡Aléjate! —Advertí con el sobresaltó que me dió su acercamiento. Me obligó a retroceder en pasos inestables, que amenazaban a mis piernas con caerse y tumbarme al piso. InuYasha tan solo me ignoró. Mostrando una seguridad que me tenía con cada articulación temblando debido a la carga que conllevaban sus pasos delicados. Pasos, que reproducían un único sonido ahuecado mientras sus ojos no dejaban de transmitir toda su hambre —¡¿Cómo es que pudiste entrar aquí?! —Intenté acusarlo con volver a allanar mi casa. No recordaba tener ninguna otra salida, además de la puerta principal. En ese momento, él se sonrío con cierta arrogancia. Haciendo que los mechones plateados por fuera de la coleta baja le cayesen por los hombros con majestuosidad.

El Regreso [EN EDICIÓN Y PROGRESO]Место, где живут истории. Откройте их для себя