DOS

1.2K 92 27
                                    


Me quedo paralizada, tan sorprendida que no soy capaz ni de parpadear.

Es curioso. Conozco a Hunter desde siempre, pero soy incapaz de adivinar qué es lo que está pensando cuando se separa de mí y mis ojos chocan con los suyos.

—¿Qué coño...? —pregunta alguien. Tardo unos segundos en darme cuenta de que es la voz de Brody—. ¿Estáis juntos?

No tengo tiempo de contestar. Hunter me toma de la mano y se levanta, arrastrándome con él. No me resisto. Ignoro las risas y las bromas de mis compañeros —«¡Ivory Spencer y Hunter Brooks, muac, muac!»— y miro por última vez a Brody antes de dejarme llevar hacia la cocina.

Es ahí donde algo hace clic en el interior de mi cabeza.

Golpeo a Hunter en el hombro un mínimo de seis veces antes de ser capaz de hablar.

—Qué. Narices. Ha. Sido. Eso —pregunto, aunque en mi tono hay más enfado que interrogación.

Hunter acepta los golpes con estoicismo. Espera hasta que me canso y dejo caer los brazos para contestar:

—Ibas a volver con él.

—¿Qué?

—Ibas a volver con él. Te conozco, Iv. Reconozco esa mirada. Estás a una cerveza de lanzarte sobre sus brazos otra vez.

—Eso no es... —No soy capaz de terminar la frase. Nunca he sido una buena mentirosa—. No te entiendo. ¿Y por eso me besas?

—Técnicamente no te he besado. Soy un caballero.

—¡Hunter! —Me pellizco el puente de la nariz y apoyo la cadera en la encimera porque, en estos momentos, necesito algo que me sostenga—. ¿Por qué mientes?

Hunter se cruza de brazos y sonríe. Sin la chaqueta de cuero, se aprecia el tatuaje que le baja del hombro izquierdo y que se corta en el codo. Son nubes de humo negro entrelazadas con las alas de un cuervo. Se lo hizo hace dos años, justo el mismo día en el que su madre y su padrastro firmaron el divorcio. Cuando Erika Brooks lo vio, le castigó tres meses enteros. Nada de salir, ni paga, ni privilegios como escoger el menú de la cena. Estoy segura de que si no trató de quitárselo ella misma con alcohol fue porque hacía años que se había resignado al espíritu rebelde de su hijo.

—¿Quién te ha dicho que he mentido?

—Guárdate el flirteo para tus novias que conmigo no cuela. Dime, ¿por qué lo has hecho?

—Porque no lo soporto. —El rostro de Hunter se llena de una seriedad inesperada—. No lo aguanto más, me cago en todo, Iv. Estoy harto de que vuelvas con él una y otra vez. Lo único que hace es jugar contigo. Te hace daño, te engaña, ¿y lo perdonas? Vales mucho más que esa puta rata inmunda.

Lo observo con un nudo en la garganta. Quizás es por el alcohol, pero siento unas repentinas ganas de llorar.

—Eres un idiota. ¿Y no se te ha ocurrido otra forma de evitarlo? Ahora todo el mundo se va a pensar que estamos juntos.

—¿Cuál es el problema?

Parpadeo.

—Bromeas.

—No. Mira, Brody no me soporta, pero me tiene miedo desde que le partí la ceja el año pasado. Así que, mientras salgamos juntos, estoy seguro de que no se acercará a ti. Solo quedan dos meses para que termine el instituto. Cuando estés en Columbia no volverás a verlo. Aprovecha para desintoxicarte.

—¡Pero es que no salimos juntos!

—¿Y quién lo sabrá? Acabo de declarar mi amor eterno por ti. Tú misma lo has dicho: ahora todo el mundo piensa que somos pareja.

Nunca digas nuncaWhere stories live. Discover now