DIECISÉIS

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La buena noticia: Miguel viene al partido. La mala noticia: Miguel viene al partido y no he roto con Hunter.

No me reconozco. Nunca procrastino. Jamás. ¿Por qué dejar las tareas para más tarde si puedes tenerlas listas hoy además de adelantar las de mañana? Es mucho más práctico. Llevar una vida organizada es la clave del éxito, lo leí en un artículo de la Teen Vogue hace unos años. Por eso no puedo seguir atrasando lo inevitable. Necesito hablar con Hunter cuanto antes.

He tenido toda la semana por delante para decírselo y, sin embargo, no lo he hecho. Ahora que madrugo tanto para ayudar a Willow, Hunter se ha propuesto enseñarme a conducir para no tener que pillar el bus. Practicamos cada tarde, los dos a solas durante varias horas.

No he sido capaz de decir nada.

Puedo excusarme con los nervios que me causa conducir, con la tensión que siento cada vez que arranco el motor y circulo por la carretera, aunque sea a las afueras de la ciudad y sepa que no voy a atropellar a nadie. Hunter ha sido muy paciente conmigo, e incluso nos lo hemos pasado bien. Bueno, sé que él se lo ha pasado bien con mi histeria, porque no ha parado de reír en toda la semana. En resumen, que ha habido buen rollo, nada raro como ha ocurrido últimamente. Las lecciones de conducir han servido para destensar un poco la situación entre nosotros dos y nos ha hecho volver a los viejos tiempos, a antes de que nos metiéramos en este lío de fingir ser una pareja y los límites de nuestra relación se difuminaran.

Me digo a mí misma que no pasa nada, que todavía tengo tiempo. Que, a unas malas, se lo puedo decir el viernes justo antes del partido.

Lástima que ese día Hunter decida hacer pellas.

Me paso la mañana mirando con nerviosismo la hora en el móvil. Por raro que pueda parecer, la ansiedad que siento no es porque Miguel venga a verme jugar. En realidad, tengo ganas, y también estoy emocionada por el partido. Es porque... Hay tantas cosas que pueden salir mal esta tarde. Me dejé llevar y no actué con la cabeza fría cuando lo invité. Esto me pasa por improvisar. ¡Es evidente que no se me da bien!

Para empezar, está Hunter. Todavía no le he dicho a Miguel que mi mejor amigo y yo estamos fingiendo una relación. No habría ningún problema si nos encontráramos los tres solos, pero estaremos en el gimnasio rodeados de la mitad de los alumnos de Creek. Y, como aún no he roto con Hunter, si este viene al partido es probable que siga con el teatrillo y Miguel se creerá que le he mentido y es probable que lo malinterprete todo y piense que mi mejor amigo y yo estamos juntos de verdad.

Después, tenemos a @coticreek. Porque evidentemente @coticreek estará en el partido, sea quien narices sea. Si Hunter no viene y esquivo esa bala, Miguel y yo estaremos todo el rato juntos y estoy segurísima de que la cuenta de salseos me pondrá verde en Instagram. Y, como ya ha quedado más que claro que me afecta mucho que me llamen infiel, no sé hasta qué punto podré resistir que vuelvan a llegarme mensajes plagados de insultos. Soy un alma sensible.

Y, por último, está el propio Miguel. Sí, no me siento nerviosa cuando estoy a su lado, pero invitarlo ha sido un movimiento improvisado que puede estropear lo que tenemos. Al fin y al cabo, solo nos hemos visto un par de veces y todo lo que hemos hablado ha sido mediante la pantalla de un teléfono.

En definitiva, que a pocos minutos de que empiece el partido estoy a punto de decirle a la entrenadora que me encuentro mal y que no puedo jugar.

—¿Ese es tu ligue? —me pregunta Hazel. Me giro hacia las gradas y, efectivamente, Miguel está entre el público. Cuando me ve, hace un gesto con la mano y empieza a acercarse a mí—. Oh, es monísimo.

No tengo tiempo de hablar. Miguel se planta a nuestro lado y sonríe.

—¡Hola! ¿Qué tal? ¿Nerviosa por el partido?

Nunca digas nuncaWhere stories live. Discover now