TRES

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—Hunter y tú estáis en todas partes.

Cierro la taquilla y me giro para encarar a Willow. Se ha debido de teñir el pelo de morado este fin de semana porque todavía tiene una mancha en la frente.

—No sé si quiero preguntar.

Willow me enseña la pantalla del móvil. Hace años, alguien creó una cuenta en Instagram llamada @coticreek en la que se suben todo tipo de habladurías y mentiras sobre lo que ocurre en el instituto. Pese a que se sabe que solo busca el morbo y tiene nula credibilidad, ya acumula más de doscientos mil seguidores. Cada lunes, todo el mundo la revisa, ávido de enterarse del tema de conversación que se quemará durante el resto de la semana.

En la foto que Willow me enseña salimos Hunter y yo. Es del momento en el que me besó —o no—, pero desde la posición de la persona que hizo la foto parece que nos estamos comiendo la maldita boca.

—¿Quieres que te lea el copy? —continúa Willow.

—Mejor no.

Por supuesto, no me hace ningún caso. Se aclara la voz.

—«¡Nuevas y salseantes noticias, cotillas! Se dice se comenta se susurra que nuestro sex symbol particular Hunter Brooks (insertar grititos y suspiros) está oficialmente fuera del mercado. ¿La afortunada? Nada más y nada menos que Ivory Spencer. Sí, habéis leído bien, la misma Ivory que estuvo saliendo un año con Brody Pearson, el hijo de nuestro amado director Pearson (¡un besito desde aquí, dire, que sabemos que nos lees!). Las hay con suerte, ¿verdad? Ja, ja, ja. Esteremos atentes a los siguientes movimientos de la parejita del momento. ¡Seguidnos para no perderos nada!»

Aprieto los puños con fuerza.

—No me puedo creer... —empiezo, pero la rabia me impide continuar—. No puedo... Es que... ¿Me reducen a... me reducen solamente a mis relaciones con dos tíos? Es tan... estoy tan...

—Oye, podrías habérmelo contado, lo sabes, ¿no? —me interrumpe Willow, y solo entonces me doy cuenta de lo molesta que parece—. Quiero decir, entiendo que, después de lo que has pasado, quieras mantener esta nueva y seguramente tórrida relación en secreto, pero me podrías haber contado a mí que Hunter y tú compartís algo más que el código postal antes de que me enterara por...

—¡Pero si es mentira! —Echo un vistazo a mi alrededor y bajo la voz—. Hunter me besó para impedir que me liara otra vez con Brody. Me lo encontré en la fiesta y estaba bebida y...

—No digas más. Tres hurras por Hunter, entonces.

—Ya. Es que eso no es todo. ¿Sabes lo que me propuso, el muy idiota? Que saliéramos juntos.

—¿Brody?

—¡Hunter!

Willow no es de las que se emocionan. Solo la he visto perder los nervios en contadas ocasiones, y suele suceder cuando está pintando y no es capaz de transmitir lo que está dentro de su cabeza. Siempre mantiene la calma incluso cuando parece que todo está perdido. Por eso, cuando abre los ojos como si fuera un pez, estoy a punto de preguntarle si tiene fiebre.

—¡Lo sabía!

—¿El qué?

—Que entre Hunter y tú había algo. Os tenéis que ver. Sois muy obvios.

—¿Qué? ¡No! ¿Hunter y yo? ¡Pero si es como mi hermano!

—Pero se te ha declarado, ¿no?

—¡De manera falsa!

Willow parpadea.

—Vas a tener que hacerme un croquis, porque no lo pillo.

Suelto aire y me lanzo a contarle la extraña conversación que mantuve con Hunter el sábado por la mañana. Cuando termino, el rostro de Willow vuelve a estar plagado de esa neutralidad que tanto le caracteriza.

Nunca digas nuncaWhere stories live. Discover now